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Actualizado: 10 de junio de 2025
Hemos estado escuchando por no faltar a la hospitalidad; ya mi paciencia se ha acabado y no toleraré que usted pronuncie otra sola palabra... Los demás clérigos se levantaron también, y pálidos y trémulos y clavando en nuestro sabio antropólogo miradas de indignación, gritaban agitando los puños: ¡Eso es!... ¡No debemos escucharle!... ¡A la calle!... ¡a la calle!
Como una pulgada nada más había de tierra floja. Los reyes son caprichosos, y este reyecito quería salirse con su gusto. Mandó pregoneros que fueran clavando por todos los pueblos y caminos de su reino el cartel sellado con las armas reales, donde ofrecía casar a su hija con el que cortara el árbol y abriese el pozo, y darle además la mitad de sus tierras.
Y sin plegar casi el trapo, embestimos la playa, clavando la proa en la arena. ¡Señor, qué modo de trabajar! Aun me parece un sueño cuando lo recuerdo. Todo el pueblo se tiró sobre la barca, la tomó por asalto: los chicuelos se deslizaban como ratas en la cala. ¡Aprisa! ¡Aprisa! ¡Que vienen los del gobierno!
Reconozco que sabes mucho más que yo, y aunque a mí no me interesen gran cosa los Bochimanos, les concedo toda la importancia que tú quieras, por más que tú mismo dices que son unos salvajes... Pero, francamente añadió poniéndose fuertemente colorado y clavando una mirada colérica en la mesa, eso de que hablándote yo de mi amor por Carlota, que es un ángel bajado del cielo, me saques a relucir el gorila y el chimpanzé, no es decente... no es decente... ¡vamos, que no es decente!
Andando gruñe su mujer, clavando los dientes en la quinta manzana, que todos somos hijos de Dios, y más ven cuatro ojos que dos. Es de razón exclaman á coro los demás circunstantes. Pues, caballeros concluye el perito con cierto tonillo de autoridad; creo que se pueden dar veintisiete doblones por la pareja. Ya lo oyes, Antón...; y yo no dejo mal á ningún amigo.
A la derecha, hay unos cisnes sumergiéndose en el agua; a la izquierda, una barca con dos jóvenes campesinos. Lo he comprado por la delicadeza del colorido tan sólo... Al señor Duque le gustan por lo visto los buenos cuadros dijo don Rufo plegando la boca hasta las orejas para sonreir. ¿Y a quién no le gustan? respondió el magnate clavando en él sus ojos muertos de besugo.
Palabra del Dia
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