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Actualizado: 10 de junio de 2025


Tenía que decir a usted no qué indicó Gracián algo confuso; mas dándose una palmada en la frente añadió : ¡Ah! ya me acuerdo.... Tengo aquí la apuntación. Un caballero amigo mío, mejor dicho, conocido, desea hablar con usted. Lo conocí en casa de Doña Genara. ¡En su casa! exclamó Navarro poniéndose más verde, y clavando las uñas en los brazos del sillón.

No se ve la escena, porque lo impide el humo de la cocina que sale á borbotones por el balconcillo, conductor único que para él hay en la casa. La mujer del tío Bolina está clavando unas rabas de pulpo en la pared de su balcón, para que se oreen.

Somos dos lobos y venimos al olor de la carne responde cínicamente Plutón clavando una mirada codiciosa en el alto pecho de la doncella.

El abogado dio un paso hacia el penado, y le dijo con amable sonrisa: Desearíamos, si usted no tiene inconveniente en ello, hacerle algunas preguntas... Son ustedes muy dueños respondió el sacerdote, clavando en él una mirada límpida que consiguió turbarle.

Sin saber lo que se hacía, con esa ciega confianza que los niños tienen en mismos, empujó la puerta y penetró en la estancia. Acercose silenciosamente a la señora, y echándose repentinamente sobre su regazo, le dijo, clavando en ella una mirada de tímido afecto: Dame un beso, madrina. La dama se estremeció.

Cuando su tía entró con el chocolate, Maxi seguía tan disparado como antes. «Lo que yo extraño, tía, lo que yo no puedo explicarme dijo clavando en ella sus ojos que relampagueaban , es que usted consienta esto y lo encubra y me quiera matar, porque sépalo usted, para el honor es primero que la vida».

Pero , Petra añadió ¿por qué no le has dicho la verdad al señor? Señora, yo... no sabía si debía.... ¿Si debías qué? preguntó don Víctor con expresión de no comprender. Si debía... Al amo no hay que ocultarle nunca nada dijo la Regenta clavando los ojos altaneros en la criada. Petra sonrió torciendo la boca, y bajó la cabeza. Don Víctor miraba a todos con entrecejo de estupidez pasajera.

Entró por fin en casa. Enteramente trastornada, andaba como una máquina. No había nadie más que Papitos, a quien vio, mas no le dijo nada. Encerrose en su alcoba, tiró el manto y se echó en el sofá, dando un rugido. Después de revolcarse como las fieras heridas, se puso boca abajo, oprimiendo el vientre contra los muelles del sofá, y clavando los dedos en un cojín.

Fue la emoción visible en el rostro del viejo; y aun no había desaparecido del zaguán, de brazo del de la buena barba, cuando Lucía, demudado el rostro y temblándole en las pestañas las lágrimas, estaba en pie, erguida con singular firmeza, junto a la verja dorada, y decía, clavando en Juan sus dos ojos imperiosos y negros: Juan, ¿por qué no habías venido?

Luego, desnudando la hoja despaciosamente, y clavando los ojos en la arábiga inscripción que el hierro tenía, púsose a temblar con todo su cuerpo, como quien ve levantarse ante pavoroso fantasma. El lacayo volvió, y quedose alzando la antepuerta. La madre no tuvo más tiempo que el de alargar el arma a su hijo y echar sobre las ascuas algunos granos de incienso que sacó de su escarcela.

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