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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Reuníanse en su casa los sugetos de mas fino trato de Babilonia, y las mas amables damas; servíanse exquisitas cenas, precedidas las mas veces de academias, y que animaban conversaciones amables, en que nadie aspiraba á echarlo de agudo, que es medio certísimo de ser un majadero, y deslustrar la mas brillante tertulia.
Sentáos dijo Quevedo con voz vibrante ; sentáos y no espantéis la caza: yo os vengaré. ¿Pero es cierto? dijo con angustia Montiño, que se sentó. Certísimo; pero no habléis con ese tono compungido. Vos no sabéis nada; estáis almorzando alegremente. Comed. ¡Imposible! aunque no me ahogase la pena, me ahogaría ese pastel... ¡Mozo! ¡un real de olla podrida! dijo una voz estentórea al fondo del salón.
También me movió á partir hallarme con casi 15.000 hombres de guerra en el reino de Sicilia y sin dineros para pagallos, de que tocaba una buena parte al Visorrey de Nápoles, pues si se despidieran sin pagas, se habían de alojar á discreción y fuera darles en prenda el reino, y esto es cosa tan nueva y recia para Sicilia, demás de la escabrosidad de la gente, que, certísimo, sucedieran grandes desórdenes y alborotos, como ya en tiempo de mis predecesores en este cargo acaesció diversas veces, especialmente cuando el motín de randazo, pues siendo tanto menos gente, fué desorden tan notable, que tal pudiera suceder de invernar tanta más y de diversas naciones, sino que en lugar de conquistar se destruyera la casa propia, como ya lo consideró D. Hugo de Moncada cuando tuvo alojados 15.000 españoles en la Fariñana, isla despoblada, aunque no se hizo de manera que Marsala no lo sienta hasta agora.
Cierto que nadie pasaba, ni parecía haber pasado hacía mucho tiempo, por aquellas nobilísimas calles: certísimo que altas hierbas crecían entre las losas y guijas del empedrado.....; pero no sé si la presencia de tanto escudo de armas como adornaba las esquinas, las fachadas, las puertas, los canceles, los balcones y las rejas de templos, colegios y palacios, ó si lo bien conservados que se veían hasta los más menudos detalles arquitectónicos de cada página de piedra, ó si la índole y forma cristianas de aquellos monumentos, les hacían aparecer vivos, subsistentes, militantes como las cerradas ermitas que conservan su campana, como los mudos conventos en cuya portería arde por la noche una luz ante la imagen de María, ó como los desnudos árboles del invierno, cuando se ve que sus ramas se doblan, pero no se quiebran, al impulso de los huracanes.....
¡Cómo! ¿No os importa nada que yo sea casado? dijo don Juan, que sintió un vivo impulso de despecho. No, porque no había de haberme casado con vos. Sin embargo... Porque nunca hubiera sido vuestra querida. ¡Ah! ¿Es eso cierto? Certísimo. ¿Es decir, que os soy indiferente?
Resta ahora para el entero conocimiento de lo que escribimos en esta Lógica dar una breve noticia de la Lógica antigua y moderna, y mostrar la utilidad que se puede sacar de los Autores principales que las han tratado. Los Griegos, como fundadores de esta Arte conviene leerlos, aunque con la reserva de no dexarse impresionar de sus máxîmas; porque hablando en general es certísimo, ni lo puede negar ninguno que se entere de ellas, que entre algunas cosas muy buenas mezclaron muchas otras vanísimas. Son pocos los escritos Lógicos que han quedado de los Griegos antiguos: las mas de las noticias las tenemos por Diógenes Laercio, Sexto Empírico, y Plutarco, que siendo muy inferiores en el tiempo, no nos dexan del todo asegurados de la doctrina de aquellos Filósofos. Los que leyendo una cosa en estos Griegos, ó en los Autores Latinos mas calificados, como Ciceron, Lucrecio, &c. se la creen por sola la autoridad de estos insignes Escritores, ó son preocupados ó poco Lógicos. De Platon y Aristóteles nos han quedado bastantes escritos para poder formar concepto de su Filosofía. Platon no escribió de propósito de la Lógica, dando preceptos de ella, solo sí habla de la Dialéctica, y en algunas ocasiones culpa á los que abusan de ella, como se vé en su Diálogo [Griego: Sophista] Sophista, y en el Protágoras, y en el Euthydemus. Aristóteles no solo trató de propósito de la Lógica en los libros que arriba hemos propuesto, sino que si se juntan sus reglas y preceptos con los fragmentos de los Estoicos y otros Griegos, que por el general consentimiento de sus discípulos sabemos que fueron de ellos, me atrevo á asegurar que, en tanto como quieren lucir los modernos de siglo y medio á esta parte, no se halla en ellos una sola máxîma propia de la Lógica, que no se encuentre ya en los antiguos. Los Romanos despues que dieron entrada á los Griegos y con ellos á las Artes, cultivaron mucho la Retórica, Historia, Poesía; mas no la Lógica, ni la Física, ni otras partes de la Filosofía. La
Es así; pero tambien es certísimo que los mas de aquellos textos no los entiende el Pueblo en el modo que suelen proponerse, y me consta esto por experiencia; y si se comprehende lo que contienen, nada persuaden por la mala aplicacion, porque el entendimiento humano es de tal naturaleza, que busca el orden y conexîon entre sus nociones, porque en esto consiste la fuerza de raciocinar; y como no suele hallar esta conexîon muchísimas veces entre los lugares de la Escritura que se explican, y el asunto á que se traen, por eso no queda convencido.
¡Ay! -dijo a esta sazón la Dolorida-, con benignos ojos miren a vuestra grandeza, valeroso caballero, todas las estrellas de las regiones celestes, e infundan en vuestro ánimo toda prosperidad y valentía para ser escudo y amparo del vituperoso y abatido género dueñesco, abominado de boticarios, murmurado de escuderos y socaliñado de pajes; que mal haya la bellaca que en la flor de su edad no se metió primero a ser monja que a dueña. ¡Desdichadas de nosotras las dueñas, que, aunque vengamos por línea recta, de varón en varón, del mismo Héctor el troyano, no dejaran de echaros un vos nuestras señoras, si pensasen por ello ser reinas! ¡Oh gigante Malambruno, que, aunque eres encantador, eres certísimo en tus promesas!, envíanos ya al sin par Clavileño, para que nuestra desdicha se acabe, que si entra el calor y estas nuestras barbas duran, ¡guay de nuestra ventura!
¿No es verdad, señora, que á pesar de las malas ideas que teníais respecto de mi, me habéis creído enteramente, habéis confiado, y que después, en razón de vuestra confianza, habéis variado vuestro propósito hacia mí y habéis consentido en que hablemos juntos á vuestra noble prima? No, no lo puedo negar; todo esto es cierto, certísimo.
Palabra del Dia
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