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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Fuéle respondido por el capitán negro: Vuestra nariz es larga, y la nuestra chata; vuestro cabello es liso, y nuestra lana riza; vuestra cutis es de color ceniciento, y la nuestra de color de ébano; por consiguiente, en virtud de las sacrosantas leyes de naturaleza, siempre debemos ser enemigos.
El balor, muy semejante á la torcaz de España. La tórtola, bato-bato munti y otras, todas de muy variados colores, desde el blanco ceniciento al negro; son de carne blanca, muy agradable al paladar. El calao, del orden de los páseres, es uno de los animales más raros que se encuentran en Mindanao.
Vuestro globo es chico, y tambien lo son sus moradores; teneis pocas sensaciones, y goza vuestra materia de pocas propiedades: todo eso es disposicion de la Providencia. ¿De qué color es vuestro sol bien exâminado? Blanquecino muy ceniciento, dixo el Saturnino, y quando dividimos uno de sus rayos, hallamos que tiene siete colores.
A la derecha, abríase el valle de Azpeitia, cruzado por el Urola, alegre también y risueño, ligando al pueblo con el Santuario como con un lazo de flores, pareciendo su alegría, sobre el tinte melancólico de todo el paisaje, un ramo de rosas sobre la tumba de un justo, una dulce sonrisa sobre el austero rostro de un trapense; el alto Izarraiz, verde en la falda como la vida en su primavera, áspero y ceniciento en la cumbre como la vejez ya desengañada, cerraba bruscamente el fondo, y en medio de todo aquello, elevada sobre la tierra, inalterable entre lo alegre y lo triste, indiferente entre lo pobre y lo rico, elevábase la estatua de san Ignacio, la imagen de la santidad, serena siempre, igual, tranquila, orando y bendiciendo.
El joven literato tenía razón. Desde su vestido color malva, hasta sus cabellos de oro ceniciento, todo en la joven era delicado. El timbre de su voz algo velada, acentuaba más el encanto armonioso de su persona; sólo en sus movimientos, se adivinaba la superioridad de su naturaleza fina.
Despues, á medida que uno se aleja de Lyon, va viendo disminuir el número de moreras, progresivamente reemplazadas en la bella Provenza por los olivares de ceniciento color, cuya tinta gris, melancólica en extremo, se destaca como un inmenso y moviente sudario sobre la verde alfombra de los trigos sembrados en medio de las anchas calles de olivos.
Como recuerdo de su madre una extranjera que se había casado en Méjico con el maestro para producir media docena de hijos y morirse inmediatamente , tenía el pelo de un rubio ceniciento y los ojos verdes claros. En cambio, todas las mujeres del país eran morenas pálidas, con cabelleras de un negro intenso.
El vapor luminoso que por aquella parte envuelve el paseo, amortiguando los vivos colores de las sombrillas, borrando los elegantes contornos de los caballos, esfumando las facciones de las damas y prestándole a todo aspecto escenográfico, pierde lentamente su brillo y se transforma en un polvo ceniciento que cae del cielo como heraldo de la noche.
Llegaría bien a los treinta y cinco años. El tipo de su rostro extremadamente original. La tez, morena bronceada; los ojos azules; los cabellos de un rubio ceniciento. Pocas veces se ve tan extraña mezcla de razas opuestas en un semblante. Si a alguna se inclinaba era a la italiana, donde tal que otra, suele aparecer esta clase de figuras que semejan ladies inglesas cocidas por el sol de Nápoles.
Una real moza: tal vez la más elegante de todas. No parece la misma que vemos arriba puesta siempre de gran sombrero y gabán largo... ¡Qué escote! ¡Y qué hermosa torre de pelo, entre rubio y ceniciento!... Le advierto camarada, que ella también le ha mirado muchas veces, así como la que no quiere mirar, con el rabillo del ojo... Usted le interesa, amigo Ojeda, me consta.
Palabra del Dia
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