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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Garuda, la cigüeña blanca, animal que goza de larguísima vida, vivía mansa, doméstica y feliz en la quinta, como si para ella el tiempo no corriese. Más bien había ganado que perdido, porque el plumaje de la pechuga, que tenía antes un viso ceniciento, había adquirido el brillo y la blancura de la nieve.

Dicen que en los escaños del Congreso está siempre mirándose el pie, porque lo tiene muy pequeño. La verdad es que otro más antipático no ha nacido... ISIDORA. Cuando palidece se le pone la cara de un tinte ceniciento que causa horror.

El cielo amanecía nublado los más de los días, y el mar ceniciento. El Vedrá parecía más enorme, más imponente, alzando su cónica aguja en esta atmósfera tempestuosa. El mar se despeñaba en cataratas dentro de las cavidades de sus cuevas, con gigantescos cañonazos.

Solitario el sitio, y la hora a propósito, me dejaba ir en alas de mis devaneos, cuando una voz cercana a en extremo, me sacó de mis ensueños, diciéndome: "¿Eres valiente? ¿Quieres hacer fortuna?..." Volví los ojos y me encontré a dos pasos con un soldado de más que alta estatura, con morrión de cresta, con gola y vestes azules, con el rostro no desagradable, pero pálido y ceniciento, y con la voz, si bien honda y tristísima, nada desapacible.

El mongrullo es el pescado mas grande que se encuentra en este rio; hay algunos que pesan un quintal, y tienen dos varas de largo: su piel es lisa, y el color ceniciento, algo inclinado á amarillo, su cabeza está llena de espinas; su paladar áspero, y su gola ó tragadero ancho: es muy fuerte y pesado, y pide una red firme, y gran fuerza para cogerlo.

Ceniciento velo ocultaba las rocas y sólo podía yo divisar á trechos vagas masas negras y amenazadoras que, según lo espeso de la bruma, se acercaban y alejaban alternativamente. Hallábame transido de frío, entristecido, mal humorado. De pronto hízome levantar la vista una claridad reflejada por innumerables gotas. Habíase desgarrado la nube de agua y nieve encima de mi cabeza.

Sabed que haríais morir de envidia a muchos obispos. ¿Eso dijo? Cabal. Paciencia, Martín. Ramiro meneó la cabeza con un gesto de enfado. Pasó un monje franciscano montado en un borrico ceniciento. Santa leticia brillaba en su rostro. Su desnuda pierna vellosa asomaba por debajo del sayal. Castigaba a su caballería con un gajo de bardaguera.

Palabra del Dia

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