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Actualizado: 19 de julio de 2025
Las dos harpías cambiaron breves palabras frente a la víctima, que por poco se muere del susto. «A usted le conviene esta copa-brasero dijo doña Silvia , y a mí aquella cómoda». Hicieron subir a los mozos de cordel y se llevaron los citados objetos, después de quitarle a la cómoda la ropa y a la copa el fuego.
En aquel tiempo llovieron las desgracias sobre mi abuelo; malas cosechas, dos incendios que consumieron sucesivamente su casa y su granja y, en fin, la pérdida de un proceso considerable, cambiaron su fortuna en miseria. Era imposible llevar a la práctica los proyectos que tenía sobre mi padre y se entregó a la desesperación.
Así lo hicieron, y al llegar al break se cambiaron efusivas expresiones de amistad y promesas de repetir la visita, mientras Lorenzo y Ricardo sentían una verdadera fascinación ejercida por aquella Pampita de veinte años, que había resultado querer sólo a su padre...
¡Suba el cañón, D. Cristóbal, suba el cañón! dijo el indiano echándole una mirada torva. ¿Cómo? ¿Tiene usted más?... Me alegro... Yo hablo por lo que dice la gente... Tengo quinientos mil pesos sin quitar un lápiz. Los tres amigos cambiaron una mirada significativa. Manuel Antonio, no pudiendo contener la risa, le abrazó exclamando: ¡Bien, Santos, bien! Eso del lápiz me enternece.
Estoy haciendo visitas nos dijo al entrar, a todas las personas queridas, para desearles un buen año. Genoveva recibió sonriendo su entusiasta abrazo, cambiaron las dos sus regalitos, y nos pusimos a hablar al lado del claro fuego de los leños monumentales en uso en Aiglemont. ¿Vamos a leer estas cartas a Francisca? exclamó de pronto aturdidamente.
No, señor, está bastante malita, según dice el cochero de Mudela.... ¡Claro! como esos chicos no entienden, la han hartado de agua.... D. Julián se levantó presa de violenta agitación, y sin decir palabra salió de la estancia seguido de Remigio. Castro y Ramoncito cambiaron otra vez una mirada y una sonrisa. Esperancita las sorprendió y se puso colorada. ¡Qué a pecho toma papá estas cosas!
¡Oh! ¡Si viera usted cuántos trabajos he pasado por todos estilos! Las travesuras de mi hija no me dejaban ni un ratito de sosiego. Luego, Dios nuestro señor quiso probarme con unos dolores tan fuertes de cabeza, que pensé volverme loca. Estos dolores me vinieron, sin duda, al ver que la fortuna ganada por mi pobrecito esposo se iba deshaciendo poco a poco y no podía hacer nada para remediarlo. Claro, a nosotras las mujeres nos engañan con mucha facilidad. ¿Qué sabía yo de administrar ni regir unos negocios tan complicados? Entonces fue cuando pedí auxilio a este bendito señor que usted tiene delante. Y en seguidita que él se puso al frente, las cosas cambiaron de golpe, y todo comenzó a ir como una seda.
Aquél y Emilio cambiaron una mirada maliciosa. Irenita, la joven casada, se ruborizó. Te están haciendo vieja, Pepa. Acuérdate que eres abuela respondió la señora de Calderón. ¡Qué abuela tan rica! exclamó por lo bajo Cobo, aunque con la intención de que lo oyese la interesada. Esta le echó una mirada entre risueña y enojada, demostrando que había oído y lo agradecía en el fondo.
Es lo cierto que en el breve, transcurso de un mes cambiaron tres veces de objeto las atenciones y preferencias de Antoñita, y a fuer de meros cronistas nos limitaremos a consignarlo así.
Casi todos ellos eran católicos ó protestantes fervorosos; pero sólo creían en los sacerdotes de su país. Fuera de Alemania, todo resultaba despreciable, hasta la propia religión. El alcalde y el sacerdote cambiaron de lugar en la fila, buscándose. Se ofrecían mutuamente, el centro del grupo con una cortesía solemne. Aquí, señor alcalde; este es su sitio: á la cabeza de todos.
Palabra del Dia
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