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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Ese no es mi lugar. Entonces me miró muy azorado, y dijo meneando la cabeza: ¡Cáspita! La chiquilla es mordaz. Yo iba a replicar, pero papá entró. En la mesa no los perdí de vista, pero nada sospechoso hubo que observar; apenas si cambiaron algunas miradas.
Plácido y el pirotécnico se cambiaron otra mirada. Si no llega á estar enfermo ese... ¡Se simula una revolucion! añadió negligentemente el pirotécnico, encendiendo un cigarillo por encima del tubo del quinqué; y ¿qué haríamos entonces? Pues hacerla ya de véras, porque, ya que nos van á degollar... La tos violenta que se apoderó del platero impidió que se oyese la continuacion de la frase.
Entonces la miró con fijeza; después, besándola, la empujó suavemente hacia su madre. Como si hubiese leído alguna trágica amenaza en el fondo de aquellos ojos que no cambiaron de expresión para los demás asistentes, Raquel retrocedió, ahogando un grito. ¡Qué nervios tiene esa chica! dijo alguien en voz baja.
Los novios, al separarse, cambiaron un beso tan puro y apasionado, que el eco pudo repetirlo en los vecinos peñascos. La frágil Duquesa y la cínica madre Shipton estaban, probablemente, demasiado asombradas para burlarse de esta última prueba de candor, y se dirigieron sin decir palabra hacia la cabaña.
¡Viste!... se limitaban a preguntarse recíprocamente al ver cruzar una liebre o al ver aparecer en la puerta de su cueva algún vizcachón valetudinario. En las postas del camino cambiaron caballos que Hipólito conocía hasta en sus detalles más íntimos y sin tropiezos llegaron a la del «Paso», donde debían almorzar y sestear, según lo anunciado por Melchor. ¿Sabe que hemos andado ligero, Baldomero?
No es ya la mirada, sino la imaginación la que se espanta al pensar en lo que la montaña era entonces y en lo que le han robado nieves, hielos, lluvias y tormentas durante la serie de los tiempos. ¡Qué infinita historia, qué innumerables vicisitudes en la sucesión de las plantas, de los animales y de los hombres, desde que los montes cambiaron de forma y perdieron la mitad de su elevación!
Al sentarse a la mesa apareció Anastasio, cuya fisonomía impresionó vivamente a Lorenzo y a Ricardo que en una rápida mirada se cambiaron la misma impresión: ¡qué traza! En la expresión de Anastasio observaron, instantáneamente, un detalle extraordinario: ¡reía sin risa!
¡Mírala! exclamó con burlesca gravedad dirigiéndose al enfermo . ¿Es ésta la misma que tú quieres? ¿No te la cambiaron?... Dale, pues, la mano, tonto. ¿Qué haces ahí, contemplándola con ojos espantados?...
Julián se apresuraba a replicar, sin meterse en honduras fisiológicas: La casta de los señores de Pardo es muy saludable, gracias a Dios.... Una noche cambiaron de sesgo las confidencias, entrando en terreno sumamente embarazoso para Julián, siempre temeroso de que cualquier desliz de su lengua desbaratase los proyectos del señorito, y le echase a él sobre la conciencia responsabilidad gravísima.
María Teresa, distraída por sus inquietudes, no atribuyó ninguna importancia a esta proposición hecha en un tono afectuoso. Durante una hora más, cambiaron palabras triviales, sin apercibirse de que, mientras estaban allí frente a frente, sus dos almas, perdidas en abstracciones diferentes, se encontraban ya lejos, una de otra.
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