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Más allá de la playa de los vascos, en una alta y escondida explanada que forman las rocas no lejos de cierta villa deliciosa, hizo alto la alegre turba, dispuesta a sentar allí sus reales para comer y sestear.

A esta sazón pasaron acaso por el camino una tropa de caminantes a caballo, que iban a sestear a la venta del Alcalde, que está media legua más adelante; los cuales, viendo la pendencia del arriero con los dos muchachos, los apaciguaron, y les dijeron que si acaso iban a Sevilla, que se viniesen con ellos. Allá vamos dijo Rincón , y serviremos a vuesas mercedes en todo cuanto nos mandaren.

Y, así por gozar dél como de la conversación del cura, de quien ya iba aficionado, y por saber más por menudo las hazañas de don Quijote, mandó a algunos de sus criados que se fuesen a la venta, que no lejos de allí estaba, y trujesen della lo que hubiese de comer, para todos, porque él determinaba de sestear en aquel lugar aquella tarde; a lo cual uno de sus criados respondió que el acémila del repuesto, que ya debía de estar en la venta, traía recado bastante para no obligar a no tomar de la venta más que cebada.

Saliéronse los dos a sestear en un portal o cobertizo que delante de la venta se hace, y sentándose frontero el uno del otro, el que parecía de más edad dijo al más pequeño: ¿De qué tierra es vuesa merced, señor gentilhombre, y para adónde bueno camina? Mi tierra, señor caballero respondió el preguntado , no la , ni para dónde camino tampoco.

En esto, volvió el cura el rostro, y vio que a sus espaldas venían hasta seis o siete hombres de a caballo, bien puestos y aderezados, de los cuales fueron presto alcanzados, porque caminaban no con la flema y reposo de los bueyes, sino como quien iba sobre mulas de canónigos y con deseo de llegar presto a sestear a la venta, que menos de una legua de allí se parecía.

¡Viste!... se limitaban a preguntarse recíprocamente al ver cruzar una liebre o al ver aparecer en la puerta de su cueva algún vizcachón valetudinario. En las postas del camino cambiaron caballos que Hipólito conocía hasta en sus detalles más íntimos y sin tropiezos llegaron a la del «Paso», donde debían almorzar y sestear, según lo anunciado por Melchor. ¿Sabe que hemos andado ligero, Baldomero?

Ordenó, pues, la suerte, y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros gallegos, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua; y aquel donde acertó a hallarse don Quijote era muy a propósito de los gallegos.

Algunos que se huyeron del armada de los enemigos dijeron á D. Alvaro les habían dicho unos renegados, que se espantaban de nosotros, cómo no salíamos á ellos á medio día, que eran idos todos por aquellos jardines á sestear. Lo mismo decían los cristianos esclavos que salían á trabajar á las trincheas, y nosotros los víamos ir cada día desde el castillo.

¡Todo el día en coche! ¡Qué horror! No; se hace una parada para almorzar y... sestear en la posta del «Paso»... ¿Qué te parece, Ricardo, una siesta en pleno campo? ¿El qué?... ¡El qué!... ¿Estás dormido? Estaba distraído. Bueno, ya llegamos; ahora en el tren te repetiré el caso.