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No, señor declaró Lucía ofendida ; le entiendo a usted muy bien, y en prueba de ello voy a adivinar eso que se calló. ¡Verá usted que ! gritó, cuando Artegui hubo meneado sonriendo la cabeza . Usted se aburrió menos en esa temporada en que fue médico de afición; pero en cambio... con ver tanto muerto, y tanta sangre, y tanta barbaridad, aún se volvió usted más... más judío que antes. ¿No es así? ¿Di o no di en ello?

Por último, uno de ellos, el más viejo, se calló; después lo hizo otro, y finalmente los demás. Yégof prosiguió de esta manera: , , es una dolorosa historia. ¡Oh, mirad! ¡Este es el arroyo por donde corría la sangre de los nuestros!

Empezó a tomar su café, y en tanto Juan Pablo se decía con tristeza: «¡Pero qué malo está esta noche! ¡Dios, qué malo!». Maxi repitió hasta seis veces el Dios la perdone, y cuando entraron Leopoldo Montes y otro amigo, se calló. A la hora y media de tertulia, dio en celebrar con extrema hilaridad los donaires que Montes contaba.

Decididamente aquella vieja estaba loca, como le había dicho la doncella. Pero calló, por ser la abuela de la señora. Hasta la hora de la comida se mantuvo la verdulera en este paraíso, admirando sus magnificencias.

Y calló, como si aquel «no veo» le hubiese costado un inmenso esfuerzo. Padre dijo la anciana, dirigiendo la palabra al religioso , el señor arcipreste me tenía encargado que cuando viniese su hermano, le dejásemos solo con él. ¡Ohpues cumplamos su voluntad! dijo el fraile y salió. El moribundo y el cocinero mayor quedaron solos.

Se muere mi tío el arcipreste y va á cerrarle los ojos. ¡Ah! pues si no puedo ver á vuestro tío, me importa poco que tarde nuestro hombre; entre tanto á dormir me echo. ¡A dormir! ; he encontrado aquí un poyo bienhechor, y estoy cansado. Y luego, ¿de qué hemos de hablar? No conocéis á esta dama... no puedo aconsejaros á ciencia cierta... me callo, pues, y duermo. Avisadme cuando sea hora.

Pero no me era grato saber que mi hermana pasaba apuros y estrecheces, casi totalmente arruinada por su marido, y a menudo le mandaba reservadamente algunas cantidades como regalo para mis sobrinos, a quienes apenas conozco.... Calló don Manuel y se quedó abstraído breve rato.

Ah, vamos, es usted francés. Martín calló. ¿Dónde para usted? siguió preguntando el general. En una posada de ese paseo... ¿Del paseo de los Llanos? Creo que . Así se llama. ¿Hay una administración de coches en el portal? ¿No? , señor. Entonces, es la misma, ¿Piensa usted estar muchos días en Estella? Hasta que me digan si hay contestación o no. ¿Cómo se llama usted? Martín Tellagorri.

Al ver á su camarada se esforzó por serenarse, hablando con una alegría feroz. Lo que yo te dije, hermano; empieza uno por juego y acaba interesándose. No se puede estar en paz al lado de una buena moza. Pero calló al notar que Piola le miraba como reconviniéndole. Vos ahí de farra, como un muchacho, mientras afuera pasa lo que pasa.

Rompió la moza a llorar amarguísimamente, y el marqués, requiriendo su escopeta, rechinaba los dientes de cólera, dispuesto ya a hacer alguna barrabasada notable, cuando un nuevo personaje entró en escena. Era Primitivo, salido de un rincón oscuro; diríase que estaba allí oculto hacía rato. Su aparición modificó instantáneamente la actitud de Sabel, que tembló, calló y contuvo sus lágrimas.