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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Terminado el examen de la Plaza Mayor, atrajeron nuestra vista y despertaron nuestra curiosidad dos altísimas torres gemelas, dominadas por una cúpula y un cimborio, y no exentas de majestad y gallardía, que asomaban á lo lejos, hacia la parte del Sudoeste, por encima de las intermedias manzanas de casas. ¿Qué será aquello? volvimos á preguntarnos. ¡Ah, ya!..... Los Jesuítas.....
Y por en medio y encima de todo eso, se abre un cielo esplendoroso, y á lo léjos, al oriente, se alcanza á ver, sobre un enjambre de colosos de granito coronados de hielo, la cúpula del Monte-Blanco, digno baluarte de dos grandes naciones, Italia y Francia, soberana de aquel mundo de magníficos horrores que llaman los Alpes!
Parece que esas columnas y ese enorme fronton se mueven, parece que se disponen á partir, á dejar la tierra, como cuando un pájaro levanta la cabeza y agita las alas, en actitud de querer volar. El plan general de ese atrevido monumento, de esa altísima concepcion, representa una cruz latina. La componen cuatro naves, poderosamente dominadas por una sola cúpula, que se alza en el centro.
Y como si hubiera sido una señal aquel himno a la luz cristiana entonado por el orador casi invisible en la penumbra del salón, comenzaron a encenderse las lámparas eléctricas, saliendo de la obscuridad los cuadros, los dorados, los escudos, las figuras duras y chillonas pintadas en la cúpula. Rafael se sentía trémulo, fuera de sí, embriagado por la facilidad con que desenvolvía su discurso.
Nada mas admirable que su aspecto: están casi todos rodeados de azules y transparentes montañas coronadas de blanquísima nieve: la suavísima tranquilidad de sus azules ondas, que surcan lindísimos vapores, el cielo límpido azul que le sirve de cúpula, cerrado por las altísimas montañas que le sirven de marco, como el de Interlaken, hacen del lago un deliciosísimo recreo que la imaginacion no alcanza, que solo su vista ofrece.
Nada más alegre á primera vista, ni más entristecedor que el espectáculo ofrecido por el movimiento de un objeto que se ha perdido en el remolino al precipitarse con la cascada. Una bellota de encina, todavía dentro de su cúpula, acaba de ser arrastrada por la caída y reaparece en medio de la espuma.
Estamos en los sombríos reinos del gas... Pues volvamos arriba por esta otra escalera que se nos viene a la mano... ¿Qué es esto? ¿Nos hallamos otra vez en el ala de Oriente? Sí, porque mirando al patio por esta ventana, la cúpula está a nuestra derecha... Crea usted que ese bosque de chimeneas me causa mareo. Paréceme que navego y que toda esta mole da tumbos como un barco.
Habían llegado al templete, cúpula sostenida por columnas blancas, con una verja en torno. El busto de Virgilio se alzaba en el centro: una cabeza enorme, de hermosura algo femenil. El poeta había muerto en Nápoles, «la dulce Partenope», á su regreso de Grecia, y su cadáver tal vez estaba hecho polvo en las entrañas de este jardín.
A ambos lados de la iglesia, extendíanse las dos alas del monasterio, de rojo ladrillo, con triple fila de ventanas: dos cuerpos de edificación, enormes, sin ningún signo religioso. El monasterio, desprovisto de la cúpula, hubiese parecido un cuartel del siglo XVIII.
Había paladeado en las tribunas del Congreso tardes de orgullo y de gloria, pensando que aquel señor que desde el banco azul hacía resonar la cúpula con su voz grave y movía los brazos con tanta elegancia, era el autor de su existencia.
Palabra del Dia
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