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Actualizado: 17 de junio de 2025


¡Don Francisco de Quevedo! dijo á la puerta anunciando Casilda. ¡Ah! ¡ese hombre! ¡ese hombre! exclamó el bufón. Dejadme sola con él dijo Dorotea. El bufón salió por la alcoba. Dorotea le siguió. ¡Ah! no quieres que te escuche dijo dolorosamente el bufón ; pues bien, adiós. Y salió por la puerta de escape de la alcoba. Después volvió á la sala. Ya estaba en ella Quevedo.

Pero ¿quién es ese que viene con vos? Es un amigo. No creo que esté la señora en disposición de que nadie extraño la vea. ¡No importa! ¡no importa! entrad, señor Francisco, entrad dijo el bufón viendo que Montiño se había detenido al escuchar la observación de la criada. Vamos á juntarnos dos locos, por lo que veo dijo entrando Montiño.

¡Ah! exclamó Dorotea. La misma noche en que enterraron á Margarita... oye... oye bien, Dorotea, oye con toda tu alma porque... vas á oír una cosa horrible y el rostro del bufón tomó toda la terrible expresión de un condenado : cuando tu madre... ¡Oh! ¡no me había engañado! exclamó la joven.

No haces mal el papel de bufón; sin embargo, no carece de encanto el casarse con una amiga de la infancia, cuyo carácter se conoce, cuyos gustos... ¡Inocente! ¿Crees que jamás pueda conocerse a una joven? ¡Casi no me atrevo a alabarme de conocer a mi hermana! María Teresa tiene un carácter franco, leal... no comprendo cómo puedes compararla...

Y el rodrigón tiró delante del tío Manolillo y le introdujo al fin en la misma habitación donde había introducido antes al cocinero mayor. El bufón quedó solo con doña Clara, que le salió al encuentro. ¿Conque al fin? dijo el bufón, mirando de una manera fija y burlona á doña Clara. ¿Qué queréis decir? contestó la joven.

¿De que ese mancebo...? ¡vaya! al verle me acometió una sospecha; pero cuando me habéis dicho que es hijo de un Montiño... no pude dudar... como que... ya se ve, estoy en el enredo... ¿Acabaremos, hermano bufón? Si, por ejemplo, ese mozo en vez de llamarse Juan Montiño se llamase don Juan Girón... ¡Diablo! exclamó Quevedo. ¡Cómo! ¿no lo sabíais, don Francisco? Algo se me alcanzaba.

No; no, señor... yo creo que no... pero quien puede deciros eso... es... el tío Manolillo... el bufón del rey, que fué quien me lo dijo á . ¿Pero cómo se sabe que esa perdiz estaba envenenada? Porque ha muerto un paje que se comió lo que había quedado en los platos de la reina y del padre Aliaga. Pero si quedó en los platos, debieron comer... No, porque el tío Manolillo asustó á la reina...

En la sala no había nadie; pero saliendo de una alcoba se escuchaba una voz vibrante y acentuada que al parecer leía, y de tiempo en tiempo una voz juvenil y fresca, incitante voz de mujer, que se reía de la mejor gana del mundo. El bufón adelantó y levantó una de las cortinas bordadas que cubrían la puerta de la alcoba.

Miren qué casualidad dijo el bufón , que , hija mía, hayas querido venir al alcázar, que el reverendo fray Luis de Aliaga haya querido venir á mi aposento, y que este santo varón encuentre en ti una absoluta semejanza con otra persona. La Dorotea miraba fijamente al padre Aliaga.

Pues es verdad dijo. ¡Qué! ¿había creído vuesa merced que le engañábamos? dijo Casilda. Todo pudiera ser. Pero veamos si me decís también ahora la verdad. Veamos dijo Casilda. ¿Dónde está tu señora? No lo . ¿Cómo que no lo sabes? Ha venido por ella el bufón del rey y se la ha llevado en una silla de manos. sabes dónde está tu señora dijo Quevedo encarándose de repente á Pedro. ¡Yo!

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