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Actualizado: 17 de junio de 2025
Dorotea entre tanto había cambiado de vestido y se había puesto en el hueco de un balcón á estudiar su papel de la comedia antigua, titulada Reina Moraima. ¡Oh! Tu calma me espanta, hija mía dijo el bufón.
Pero se había engañado el sargento mayor al decir que la niebla les favorecía. Al salir ellos, de entre el hueco de una de las pilastras de la puerta por la que habían salido, se destacó un bulto informe y se puso en su seguimiento. Era el bufón.
¡Ta! ¡ta! ¡ta! dijo el bufón, mientras Juan Montiño, el alférez Saltillo, Velludo, el cocinero mayor, los hombres que conducían el bulto y los dos soldados de la guardia española, entraban en la hostería de donde habían salido los tres jóvenes ; mucho será que el misterio de ese nacimiento no se aclare esta noche para el señor don Juan Girón y Velasco. ¡Pobre Dorotea! todo la viene mal: el don Juan, al saber quién es, puede suceder que la desprecie. ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! ¡hay criaturas que nacen maldecidas!
Pero no entiendo por qué pueda ser enemigo de don Rodrigo el bufón de su majestad. ¡Bah! ya veo, señor Francisco, que vos sabéis muy poco. No me es fácil dar con el motivo de la ojeriza que decís tiene el tío Manolillo á don Rodrigo. ¿Conocéis á una comedianta que se llama Dorotea, que baila como una ninfa en el corral de la Pacheca?
¡Ah! exclamó el bufón como sorprendido, y dejando de comer ¡Dorotea! ¿qué tenéis vos que ver con Dorotea, padre? Y los hoscos ojos del bufón dejaron ver un relámpago de amenaza. Deseo saber, ya que no podéis ser su padre legítimo, lo que sois de esa mujer. Soy su perro. Os he suplicado que me contestéis con lisura.
¿Pero no consideráis que si la Dorotea sabe que su amante está preso, interpondrá todo su influjo para salvarle? Eso quiero yo. Que Dorotea tenga ocasión de demostrar á don Juan hasta qué punto le ama. ¡De modo que me veo reducido á coaligarme con vos! Sí, sí por cierto, noble y poderoso señor duque de Lerma; conmigo el bufón, el loco, el miserable, el despreciable.
No, yo no quiero vengarme... si yo recuperara mi dinero... ¿Quién es ese? dijo la Dorotea escandalizándose de que un hombre en tales circunstancias se acordase de otra cosa que de vengarse, y perdiendo de todo punto el miramiento al cocinero mayor. Es Francisco Martínez Montiño dijo el bufón. ¡Cómo! ¡su tío! ¿Tío de quién? exclamó el cocinero... De Juan Montiño.
En efecto, un momento después de haber entrado, Lasala abrió una mampara y dijo: Su excelencia espera al bufón de su majestad. Cinco minutos después de haber entrado el tío Manolillo en el despacho del duque, éste subía por una escalera de servicio á la cámara del rey.
Gracias, Manuel dijo dirigiendo la palabra de una manera fría al bufón ; habéis hecho más de lo que yo quería; esto es magnífico. Ha costado mucho y se ha trabajado bien dijo el tío Manolillo con la voz conmovida y sin apartar su mirada ansiosa de Dorotea. ¿Qué hora es? dijo la joven. Ya es hora de ir en su busca. Pues id; tengo grandes deseos de acabar.
El hombre á quien, como al extremo de una cola, seguía el bufón, recorrió parte de la calle del Arenal, la de las Fuentes, atravesó la Mayor, la plaza Mayor luego, y por la calle de Toledo, torció hacia Puerta Cerrada; pero de repente se detuvo: á la luz del farol de una imagen puesta en una esquina, le vió el bufón desnudar la espada y partir luego á la carrera hacia la Cava Baja de San Miguel, donde un momento antes habían sonado voces de ¡ladrones! y poco después ruido de espadas.
Palabra del Dia
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