United States or San Marino ? Vote for the TOP Country of the Week !


Nunca más quise jugar al billar con él; y eso que llegó a ofrecerme el mísero cuatro rayas. ¡Cuatro rayas a mi, que, dando un trallazo, me salen palos por todos lados! En cambio, me sentí más inclinado desde entonces al malagueño, o para hablar más propiamente, me fue menos antipático. Después de todo, si a él le gustaba también la hermana, nuestra desgracia era común.

Enrique se había alejado, y distraíase viendo jugar al billar; varios jóvenes llamaron al gentil ayudante de campo, y, de grado o por fuerza, no tuvo más remedio que acudir al llamamiento. Sentose lejos de Cecilia, y en las prendas que él sentenció evitaba toda ocasión de aproximarse a ella.

Levantábanse temprano por el hábito de madrugar, y andaban toda la mañana por las calles o por el muelle en pandillas de seis u ocho mirando la entrada y salida, la carga y descarga de los barcos. Después de comer se iban al entresuelo del café de la Marina o al de la Amistad, y pasaban tres o cuatro horas jugando o mirando jugar al billar. «¡Anda, bolita de hueso, anda, entra en cabaña!

Antes jugaba mucho al tresillo; ahora se le halla casi toda la noche y parte de la tarde fumando y tomando café en una mesa, cerca de la de billar, viendo cómo juegan el hijo del boticario y el Ayudante de Marina, hablando con ellos a su modo a ratos, y a ratos con dos abogados y un médico, jóvenes, de lo más culto y tratable que hay aquí, y conmigo, que solemos acompañarle...

En el piso principal de la misma casa, los balcones se hallaban abiertos de par en par. Por ellos salían voces, risas desentonadas y chasquidos de bolas de billar, que afortunadamente llegaban muy debilitados al soportal. Era el café de la Estrella, concurrido hasta las altas horas de la noche por una docena de indefectibles parroquianos.

Pasado el gran acontecimiento de la venida del P. Enrique; luego que no quedó en el pueblo nadie que no le viese, satisfaciendo así la curiosidad; luego que le oyeron predicar en la parroquia y no hallaron que sus sermones fuesen más bonitos que los de otro Padre, sino más fáciles, más pedestres, más sencillos y con menos latines; y luego que vieron que el P. Enrique ni contaba chascarrillos ni jugaba al billar ni a la malilla, ni era más entretenido que otro cualquiera, todo Villafría entró de nuevo en su estado normal.

Mas no se pasó mucho tiempo sin que se abriera la puerta de par en par, y entrara por ella un carcelero con una bujía encendida anunciándome que pronto llegaría el juez y el escribano. Aparecieron al fin estos dos varones, y fue extraordinaria mi sorpresa al encontrarme enfrente de dos señores que jugaban todas las tardes al billar conmigo en el café Suizo.

»Yo creo que habría palos en el Casino, si a Maravillas le diera por hablar tan recio allí, porque solamente con la estampa y la sonrisita es ya una indigestión continua para ciertos y determinados temperamentos: uno de ellos el fiscal, de seguro; y muy probable, el hijo del boticario, que es atroz por lo sincero, por lo acelerado... y por lo forzudo, y se pasa las horas muertas jugando al billar con el Ayudante de Marina que está siempre desocupado.

No era tan fácil como puede parecer seducir a Moro, aunque sólo fuese en la apariencia. Nada tenía de arisco; al contrario, gozaba justa fama de caballeroso y galante con las damas. Pero cuando las damas se hacían incompatibles con el billar o el tresillo no lo había más grosero y cerril en seis leguas a la redonda.

Frígilis era un estuco: en tratándose de cosas espirituales ya se sabía que no había que contar con él. Ni el verano le sofocaba, ni el invierno le encogía: era un marmolillo. ¡Y a su mujer y al Magistral el estío de Vetusta, aquella tristeza de calles y paseos no les disgustaba!». Iba don Víctor al Casino: ni un alma. Algún magistrado sin vacaciones que jugaba al billar con un mozo de la casa.