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Actualizado: 25 de julio de 2025
Los del billar dejaron los tacos para venir a la sala de las mentiras a cazar noticias; hasta los de arriba, los del cuarto del crimen, que solían dejar que pasaran revoluciones sin darse por entendidos, mandaron sus emisarios abajo para saber lo que ocurría. Un desafío en Vetusta era un acontecimiento de los más extraordinarios.
Calcúlese el relieve que adquiriría aquella figura tan esbelta, tan fina, tan pulcra y tan elegante, sobre los fondos sucios y denegridos del gran salón del Casino de Villavieja. Don Claudio avanzó con sus acompañados hasta la mesa de billar, y les fue presentando, uno a uno, todos sus amigos agrupados allí.
Todavía se hallaban reunidos en la sala contigua al billar unos cuantos de los que formaban la tertulia de última hora. Me senté al lado de ellos, aparenté buen humor, estuve jaranero en exceso y procuré por todos los medios que se fijasen en el ligero bastoncillo que llevaba en la mano.
Si Melisa está allí, ven a la Arcada y dímelo, y si no está quédate en ella; ¿oyes? Y Arístides se escapó al trote de sus cortas piernecillas, desplegando toda su velocidad. A pocos pasos del camino estaba la Arcada. Con este nombre era conocido un largo e irregular edificio, conteniendo taberna, salón de billar y restaurant.
Así se los ponían a Fernando séptimo dijo el fiscal, repitiendo una frase tradicional en los billares, en idénticos casos; es decir, cuando queda la bola contraria entre la del jugador y los palos y en línea recta, para fusilar. ¿Se tira esto? preguntó Leto al Ayudante repitiendo otra frase de billar. Y con mucho cuidado contestó el Ayudante, dándose por muerto. Pues allá va.
La escena acabó por irse Leto al Casino, donde le esperaba el Ayudante de Marina para un partido de billar que dejaron los dos concertado la víspera, dándole hasta quince tantos Leto, además de la salida, como siempre.
¡Carape! se decía mientras iba andando hacia la botica, con el sombrero en la mano porque abrumaba el calor , ¿no parece mentira que un hombre en la flor de la vida haya podido gastar, como yo, lo mejor de su tiempo libre en ese bochinche infame, dando trastazos a las bolas?... Una mesa o dos, de vez en cuando, vaya; pero todos los días dos o tres horas de faena en ese billar mugriento... ¡con ese olor!... ¡Carape, si es tonta la diversión, bien mirada!
Sin embargo, después de algún tiempo acabó por notar que su mujer buscaba con demasiado empeño la sociedad de los hombres. Que les acompañara constantemente a la caza, paso y salas de billar, pase; pero lo que le sorprendió sobremanera fue verla seguirlos hasta la sala de arreos, donde se reunían todas las mañanas a tirar las armas.
Palabra del Dia
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