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Actualizado: 17 de junio de 2025


Qué importa morir, si solo, He vivido en este mundo, Donde corre un aire inmundo Que no puedo respirar: Si mis lágrimas cayeron Confundidas en el cieno, Sin bañar el tibio seno Del amor á la amistad!

«Para que los niños de pecho espelan por el conducto natural lo que han mamado en el vientre, se cogen yerbas de Corocanding y después de machacarlas con la mano se aplican al vientre, y verá en breve el efecto también para este fin es bueno las de la Tarotarayo ó Sorosoró machacandolas en el agua que se le ha de dar de bañar al chiquillo.

Bajo aquel mediodía de fuego, sobre la meseta volcánica que la roja arena tornaba aún más calcinante, había lagartijas. Con la boca ahora cerrada, Yaguaí transpuso el tejido de alambre y se halló en pleno campo de caza. Desde septiembre no había logrado otra ocupación a las siestas bravas. Esta vez rastreó cuatro de las pocas que quedaban ya, cazó tres, perdió una, y se fué entonces a bañar.

Tomó la mano de Miguel y lo condujo suavemente hasta el centro de aquel fantástico recinto, y se dejó bañar un instante por el rayo de la luna. Mil pensamientos poéticos cruzaron entonces por la imaginación de la dama. ¡Qué desprecio y qué asco le inspiraba en aquel momento el mundo frívolo que se veía obligada a habitar!

Si bien en los desvanes se siente mucho el calor, la cantidad relativamente escasa de operarias reunidas allí evitaba que la atmósfera se viciase, como en las salas de abajo. Asimismo la labor es más delicada y limpia, los colores más gratos, y hasta parece que la claridad del sol entra más alegre a bañar los muros.

No hubo otro medio de reducirla a bañarse exclamó al advertir la admiración de Julián ; y como don Máximo dice que el baño le conviene.... No me pasmo yo de ella respondió el capellán , sino de él, que le teme más al agua que al fuego. A trueque de estar con la nena replicó Nucha , se deja él bañar aunque sea en pez hirviendo. Ahí los tiene usted en sus glorias. ¿No parecen un par de hermanitos?

No vacila el más tímido gobernante en dictar una ley que ha de producir la miseria y la lenta agonía de miles y miles de súbditos, prósperos, trabajadores, felices tal vez, para satisfacer un capricho, una ocurrencia, el orgullo, ¿y usted se estremece porque en una noche han de terminar para siempre las torturas morales de muchos ilotas, porque un pueblo paralitico y viciado ha de morir para dar paso á otro nuevo, joven, activo, lleno de energía? ¿Qué es la muerte? ¡La nada ó un sueño! ¿Serán sus pesadillas comparables á la realidad de torturas de toda una miserable generacion? ¡Importa destruir lo malo, matar al dragon para bañar en su sangre al pueblo nuevo y hacerle robusto é invulnerable! ¿Qué otra cosa es la inexorable ley de la naturaleza, ley de lucha en que el débil tiene que sucumbir para que no se perpetúe la viciada especie y la creacion camine al retroceso? ¡Fuera, pues, femeniles preocupaciones! ¡Cúmplanse las leyes eternas, ayudémoslas y pues que la tierra es tanto más fecunda cuanto más se abona con sangre, y los tronos más seguros cuanto más cimentados en crímenes y cadáveres, no haya vacilacion, no haya duda! ¿Qué es el dolor de la muerte?

En esa sierra coronada de nieves eternas no he visto mas que el sepulcro de un rey moro; en ese valle cubierto de flores, olas de garzotas y penachos flotando sobre relucientes armaduras; en esos rios que se deslizan mansamente bajo la sombra de los álamos, aguas destinadas á bañar las adelfas y cipreses que embellecen la tumba de los héroes muertos en ese vasto campo de batalla; en esos montes apartados, circuidos de precipicios, tiendas de reyes que vinieron á estender sus pendones de guerra sobre los muros de esta fortaleza; en esa ciudad que está aqui, á la estremidad del valle, reclinada sobre colinas pintorescas, una reina de torneo dispuesta á ceñir las sienes del vencedor con la corona de sus palacios y baluartes.

Querría bañar sus miembros en ese soplo abrasado, querría vaciar todos los cálices si hubiera dentro de ellos algo que pudiera beberse. En el molino ha cesado el trabajo un poco antes de lo acostumbrado; los mozos quieren ir a la aldea a festejar San Juan. Van a bailar, a quemar toneles de alquitrán, a hacer los locos mientras tengan fuerzas. Gertrudis suspira. ¡Quién pudiera ir también!

El huracan zumbaba sacudiendo las chimeneas y todo el arbolaje; la lluvia oscurecía el cielo; las olas venían como derrumbes á bañar todo el puente de cubierta; y el enorme buque, soltando fatigado sus negras bocanadas de humo, saltaba entre las concavidades de las ondas como un toro enfurecido por los golpes que en todas direcciones recibe.

Palabra del Dia

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