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Actualizado: 17 de julio de 2025
Quiso avanzar Fernando en su carrera, ir destinado a una Legación, y la buena señora no se atrevió a oponerse a sus deseos. Ella quedaría en Madrid con su hija, mientras el primogénito daba en el extranjero nuevo lustre al apellido del padre.
Pues oiga usted se atrevió a decir la Infanzón sin mirar a su esposo ; diga usted lo que quiera, esta capilla me parece a mí muy bonita; y me parece en cambio muy feo profanar el templo... ¡blasfemando así de Dios y sus santos! Ea, se había cansado; quería dar la batalla al libertino y escogía, con un pudor evidente, el terreno neutral, del arte, puro y desinteresado.
Encomendándose mentalmente a Dios, hizo propósito firme de no perderse con una exhibición imprudente ni envilecerse con cobarde fuga. A su lado pasó despavorido el Hermano Fermín Barba, que huía de los sicarios. Gracián no se animó a seguirle ni se atrevió a detenerle.
Pero ni siquiera se atrevió a intentar acercarse, lo cual hubiera sido en todo caso muy difícil, pues no había de dejar el caballo en la plaza. Lo que hacía era aproximarse lo más que podía al balcón, ponerse en pie sobre los estribos, estirar el cuello y hablar bajo para que ella tuviese que inclinarse sobre la barandilla si quería oírle, que sí quería aquella tarde. ¡Cosa más rara!
Vilches tenía niños y se habló de ellos y de otros asuntos, pero se abstuvo de preguntar por Reynoso y lo mismo de invitarla a subir a ver a su esposa. Esto último hirió profundamente a Elena, que al despedirse apenas se atrevió a decir: «Recuerdos a Rosa.» Aquella misma tarde regresó a Madrid.
Al acercarse al pilón de la fuente de Oeste, De Pas tuvo tentaciones de aplicar sus labios al tubo de hierro que apretaba con sus dientes un león de piedra, y saciar sus ansias en el chorro bullicioso, incitante.... No se atrevió y dio la vuelta, continuando su paseo en la soledad. Al llegar a la otra fuente, iguales ansias, iguales tentaciones.... Media vuelta y atrás.
«Pero no había que alarmarse, ni perder la paciencia». En el último trance, se atrevió a decir cuando ya lo creyó oportuno, suceda lo que Dios quiera; si es preciso sufrir por bien de la fe una prueba terrible, se sufrirá; porque el nombre de cristiano obliga a eso y a mucho más. Allí don Fermín no decía que la virtud era fácil. Era poco menos que imposible.
¿Tiene mucha fiebre? se atrevió a preguntar a uno de los médicos que salió el primero de la consulta. No, señor, no, al contrario, su temperatura es más bien muy baja. Sin embargo, es probable que ahora comience a subir mucho, si, como desgraciadamente lo tememos, esto termina mal.
Cree que soy toda tuya." Ardía en deseos de añadir: "Te abrazo y te amo," pero no se atrevió. Firmó con letra un poco alterada, porque el corazón le latía y le parecía que arriesgaba su vida en este momento. La señorita Guichard cerró el sobre y dijo: Tú misma darás la carta para que la pongan en el correo al ir á esperar á Bobart. ¿El señor Bobart llega?
Como que de la multa de diez ducados que nos sacan, dan dos al acusador; y están los tiempos tan malos... las gentes dan en la tentación... ¡si se llevaran quince millones de demonios al duque de Lerma!... Cuando el hostelero se atrevió á decir estas palabras, había ya cerrado la puerta y estaba bien adentro de su casa.
Palabra del Dia
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