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Actualizado: 15 de junio de 2025


Se comprende entonces que Francia, el discípulo de los jesuítas de Córdoba, y los López, discípulos de Francia, pudieran esgrimir con tan completa eficacia el terror político sobre una población moralmente deprimida por el terror religioso; así se entiende la profunda diferencia entre la política de la América del Sur, en la que las matanzas y las proscripciones fueron el principal instrumento de gobierno, y la política de la América del Norte, donde jamás se le ocurrió a ningún caudillo acudir a la intimidación de sus conciudadanos para subyugarlos o labrarse prestigios, porque 200 años antes había sido atenuada por bill de tolerancia la dieta de horrores infernales con que las iglesias cristianas alimentaban a los predestinados para el cielo.

Todavía estaba en la mesa, en el mismo lugar en que Olga la apagó para sumirse en la noche eterna. El recipiente de vidrio estaba todavía lleno de petróleo; su dueño se había dado prisa para entregarse al descanso. Con precaución, levantó el tubo para encender la mecha; la llama, atenuada por la pantalla, iluminó con un resplandor apacible y suave el espacio silencioso.

Si el amor de ese hombre era mentira, ¿no fallaba la íntima sanción que la conciencia había dado a un vínculo contraído fuera de la ley? Para la cristiana a quien la culpa había parecido, si no excusada, por lo menos atenuada por la sinceridad del amor, por la honradez del acuerdo, por la pureza del compromiso ¿no debía implicar una condenación grave la falta repentina de esas condiciones?

Había allí una luz atenuada, tranquilidad más íntima y sólo tres o cuatro cuadros de gran tamaño. Inquietud, dicha sobresaltada se apoderaron de Adriana. Una suavidad, que recubría poco a poco los objetos próximos, los aislaba del mundo como con un velo.

Jacinta examinó al Pituso chico y... cosa rara, volvió a advertir parecido con el gran Pituso. Le miró más, y mientras más le miraba más semejanza. ¡Santo Dios! Llamole, y el señor Izquierdo dijo al niño con cierta aspereza atenuada que en él podía pasar por dulzura: «Anda, piojín, y da un beso a esta señora». El nene, en pie, se resistía a dar un paso hacia adelante.

-Si yo hubiera servido a algún grande de España, o algún principal personaje -respondió el mozo-, a buen seguro que yo la llevara, que eso tiene el servir a los buenos: que del tinelo suelen salir a ser alférez o capitanes, o con algún buen entretenimiento; pero yo, desventurado, serví siempre a catarriberas y a gente advenediza, de ración y quitación tan mísera y atenuada, que en pagar el almidonar un cuello se consumía la mitad della; y sería tenido a milagro que un paje aventurero alcanzase alguna siquiera razonable ventura.

El arte antiguo de los pesados jarrones de cobre preciosamente trabajado, que figuraban dragones fantásticos sobre la chimenea de mármol negro, no parecía contradecirse con el arte ligero de una lámpara moderna que difundía, suavemente atenuada por el moaré de la pantalla, la luz de la bombilla eléctrica oculta en el esbelto pie de alabastro.

Estaba Salvador trémulo; tenía el semblante demudado y una expresión desolada en los ojos. Veía quebrarse en pedazos su más cara ilusión. Era bueno; pero era hombre y había sentido siempre atenuada la ignominia de su madre, creyendo culpable de ella al noble señor del valle, don Manuel de la Torre y Roldán.

Hay que confesar, sin embargo; que tal plaga no es propia únicamente de los climas cálidos. Existe, más o menos atenuada, en todas las regiones comprendidas entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio. Tardé cuatro días en recibir carta de Gloria. ¡Cuatro días mortales! Estaba desesperado. Las vueltas que di a la calle de San José fueron incalculables.

Finalmente, por encerrarlo todo en breves palabras, o en una sola, digo que yo soy don Quijote de la Mancha, por otro nombre llamado el Caballero de la Triste Figura; y, puesto que las propias alabanzas envilecen, esme forzoso decir yo tal vez las mías, y esto se entiende cuando no se halla presente quien las diga; así que, señor gentilhombre, ni este caballo, esta lanza, ni este escudo, ni escudero, ni todas juntas estas armas, ni la amarillez de mi rostro, ni mi atenuada flaqueza, os podrá admirar de aquí adelante, habiendo ya sabido quién soy y la profesión que hago.

Palabra del Dia

irrascible

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