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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Alborotóse el doctor, viendo tan colérico al gobernador, y quiso hacer tirteafuera de la sala, sino que en aquel instante sonó una corneta de posta en la calle, y, asomándose el maestresala a la ventana, volvió diciendo: -Correo viene del duque mi señor; algún despacho debe de traer de importancia.
Después de un breve silencio, dijo Lorenzo: Cómo se quieren, ¿eh?... Y cómo tarda Melchor respondió Ricardo, asomándose por la ventanilla. Melchor, entretanto, contestaba al telegrama de Clota, que decía así: «Señor Melchor Astul. Bragado. En el tren de las 11,20 a. m. Y yo vivo en ti; viajo contigo, porque te has llevado mi pensamiento. Clota.»
Una hora antes, cuando estaba ella, lo mismo que en el presente momento, de pie junto á los vidrios, había creído ver por dos veces al gaucho asomándose á la esquina de una callejuela próxima. El rústico jinete iba á pie, vagando por el pueblo, como un trabajador en día de descanso. Al columbrar á la marquesa detrás de los visillos la saludó quitándose el sombrero y enseñando su dentadura de lobo.
Piola dió un grito y Manos Duras salió del rancho, asomándose á la esquina de adobes y quedando visible por unos momentos para los que espiaban tendidos entre los matorrales. Eran los cordilleranos que llegaban.
Los dos dientes que en sus encías quedaban, parecían correr de un lado a otro de la boca, asomándose tan pronto por aquí, tan pronto por allá, y cuando terminaba su perorata con un gesto de desdén supremo o de terrible sarcasmo, cerrábase de golpe la boca, los labios se metían uno dentro de otro, y la barbilla roja, mientras callaba la lengua, seguía expresando las ideas con un temblor insultante.
De vez en cuando se dirigían al manantial con pie rápido, bajaban las escalerillas, pedían un vaso de agua y se lo bebían ansiosamente, cerrando los ojos con cierto deleite sensual que despertaba en su cuerpo la esperanza de la salud. ¿Se ha bebido mucho ya, madre? dijo mi patrón asomándose a la baranda del hoyo.
Fundábanse los que tan feo vicio imputaban al irlandés, en que cuando pasaba por la calle la Majestad de Fernando ó Amalia, la Alteza de mi tío el doctor ó de don Carlos, el buen comerciante dejaba apresuradamente su vara y su escritorio para correr á la puerta, asomándose con ansiedad y mirando la real comitiva con muestras de ternura y adhesión.
¡Ahí está Hipólito!... exclamó Melchor y asomándose por la ventanilla del coche que aun marchaba, le gritó: ¡Hipólito!... ¡Hipólito!... ¡aquí!... ¿Quién es ése, ché? El cochero de la estancia... ¡verán qué tipo!... toma tu valijita, Lorenzo... y para ti Ricardo, toma... ¡tú que no puedes pasarte sin los diarios!... ¡No seas pavo!...
No, señor repuso el español asomándose son de la aduana. Pero ¿cuál fue su admiración cuando, sacando la cabeza del empolvado carruaje, echó la vista sobre un corpulento religioso, que era el que toda aquella bulla metía?
Don Salvador fijó un momento su atención y repuso: Efectivamente, se oye un gran alboroto en la calle. Los gritos, la algazara, no solamente iban en aumento, sino que parecían acercarse hacia aquel pacífico retiro. Don Salvador descorrió la persiana de una de las ventanas del pabellón, y asomándose, dijo en voz alta: Atanasio.
Palabra del Dia
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