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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Ahí está, bien agarrotado. Vos dispondréis de él, señor barón. Ahórcalo sin tardanza. Hice el voto y hay que cumplirlo. Pero cuélgalo de una verga de su propio barco, que tal fué mi promesa. Cabeza Negra, aunque herido y con un brazo roto, se había mantenido de pie junto á la borda, entre dos arqueros. Al oir las palabras del barón se estremeció y su rostro se contrajo violentamente.

Bien dicen que nuestros valientes arqueros vuelven al país no sólo ricos sino corteses, replicó la Rojana, á quien habían impresionado vivamente la franqueza, el buen humor y la generosidad de su nuevo huésped. ¡Á vuestra salud, ojos de cielo! fué la réplica del galante soldado, levantando su vaso y sonriendo á la ventera. Una cosa no veo yo muy clara, señor arquero, dijo el estudiante de Exeter.

La mañana siguiente, desapacible y fría como muchas del mes de Marzo en aquellos contornos, halló á nuestros arqueros en un terreno pedregoso y al pie de elevadísimas rocas, cuyas cimas empezaba á dorar el sol naciente.

Sin embargo, no era el barón uno de aquellos acaudalados magnates que podían mantener en armas numerosa hueste, y con dolor se vió obligado á despedir gran número de voluntarios, que buscaron otros jefes, limitándose él á seguir las instrucciones que le había enviado su amigo Claudio Latour, autorizándole para equipar cien arqueros y cincuenta hombre de armas, que unidos á los trescientos veteranos de la Guardia Blanca que quedaban en Francia, formarían un cuerpo cuyo mando podría aceptar sin vacilación tan gran capitán como el barón de Morel.

No faltaban allí algunos veteranos de las grandes guerras de Francia, pero en su mayoría formaban la Guardia Blanca jóvenes arqueros, robustos mocetones ingleses, sobre cuyos petos lucían ricas bandas de seda y oro y brillaban las piedras preciosas, muestra evidente del abundante botín recogido en su larga campaña del sur.

La confusión á bordo de ambos piratas fué espantosa y grande la matanza, pues los arqueros lanzaban sus flechas y dardos desde lo alto del enorme Galeón, que dominaba las cubiertas enemigas. Además, en aquella masa compacta, pronta al abordaje del que creían ser punto menos que inofensivo buque mercante, no se perdía una sola flecha y los piratas caían á montones, muertos ó heridos.

Cada villa, cada aldea preparó y facilitó su contingente sin tardanza, y en todo aquel otoño y parte del siguiente invierno se oyó de continuo por los caminos el toque de los clarines, el trotar de los caballos y el paso acompasado de los infantes, arqueros, ballesteros y hombres de armas, ya en compañías organizadas ya en grupos aislados, que de todas partes se dirigían á éste ó aquel castillo ó puerto.

Sonrióse complacido al ver el estandarte de las cinco rosas que ondeaba sobre la aldehuela y con una señal de despedida tomó tras sus arqueros el camino de Pamplona.

Continúa la formacion la guardia de maulís ó libertos del califa, tambien de caballería, y el resto del ejército y de los eslavos y arqueros la prolongan sin interrupcion hasta la puerta de la ciudad que sale al campo.

En cuanto le digo que me faltan marineros me contesta que los guise á todos con salsa de Gascuña. Me dirigí á los arqueros. ¡Que si quieres! Allá se están las horas muertas jugando á los dados, presididos por el sargento Simón y Reno, y el gigantón cabeza roja que le rompió el brazo al pirata. "Mirad que el Galeón éste se va á hundir de un momento á otro," les digo.

Palabra del Dia

hociquea

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