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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Por fin llegaron los arqueros á un lugar de la sierra desde el cual se divisaban en el lejano horizonte las torres de Pamplona, y allí se detuvo la Guardia Blanca, en cumplimiento de las órdenes del príncipe. Los altos montes estaban cubiertos de nieve y los arqueros se acomodaron lo mejor que pudieron en una aldea vecina.

Apenas saltaron á tierra los arqueros de la primera barca, mandados por el sargento Simón, se acercó á éste un obeso personaje ricamente vestido, que llevaba al cuello gruesa cadena de oro de la que pendía sobre el pecho enorme medalla del mismo metal. Sed bienvenido, alto y poderoso señor, dijo descubriendo una gran calva y saludando profundamente á Simón.

Pero descuida, que al cabo de un año de aprendizaje en la Guardia Blanca harás menos caso de lo que digan y emprendan unos cuantos arqueros calamocanos. ¿De qué se trata, repito? Por ahí viene el preboste con sus guardias y es muy probable que si no tomáis soleta tendremos aquí un par de arqueros ahorcados en menos de diez minutos.

Y malo sería que cuando cada quisque tiene la mano en la garganta del vecino y cada baroncillo marcha al frente de su mesnada contra el primero que se le ponga en el camino, no tuvieran medios de ganarse la vida en aquel río revuelto los quinientos arqueros ingleses que forman la invencible Guardia Blanca.

Diez arqueros escogidos mandados por Simón se apostaron enseguida en el lado de la popa por donde avanzaba el barco normando, y los tres escuderos vieron con admiración la calma de aquellos veteranos en tales momentos y la precisión con que obedecían las voces de mando, moviéndose á la vez como si fueran un solo hombre.

Acababa de llegar de Inglaterra el duque de Lancaster, hermano del príncipe, con séquito de cuatrocientos caballeros y numerosa fuerza de arqueros, último refuerzo que se esperaba y todo estaba pronto para la marcha.

Momentos después cabalgaban ambos señores y la dama entre ellos, escoltados por el joven Pleyel. Habíase retardado Roger en el mesón llamando á los arqueros, cuando oyó una voz angustiada pidiendo favor á gritos.

Ahora organicemos la defensa de la torre, dijo Duguesclín. El barón y yo al pie de la escalera; Inglaterra y Francia pelearán hoy juntas contra el enemigo común. El señor Otón de Reiter y el joven escudero de Morel ahí, en el primer escalón; los arqueros algo más arriba, para que puedan manejar sus arcos. ¡Atención!

Con el auxilio de Simón, nombrado sargento instructor, Reno y otros veteranos, eligió cuidadosamente sus hombres y á mediados de Noviembre tenía ya completa una fuerza escogida, cien de los mejores arqueros de Hanson y cincuenta hombres de armas bien montados.

La turba enemiga lanzó gritos de rabia, sobre todo al recibir el nublado de flechas que lanzaron los arqueros ingleses en el centro de aquella abigarrada multitud, compuesta de hombres de todas cataduras y colores, normandos, sicilianos, genoveses, levantinos y moros.

Palabra del Dia

hociquea

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