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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Corriente y gracias. Vuestro pabellón ondeará en la proa y el mío á popa. Os daré como vanguardia vuestros cuarenta hombres y otros tantos arqueros míos. Cincuenta hombres más con mis escuderos formarán la guardia de popa. Los demás en el centro y á los costados del barco, á excepción de una docena armados de arcos y ballestas, que irán á las cofas. ¿Qué os parece la distribución? Inmejorable.
La primera piedra del genovés pasó silbando sobre las cabezas de los arqueros y cayó al mar; la del pedrero normando mató un caballo y derribó á varios soldados, otra abrió un boquete enorme en la vela del Galeón y la cuarta dió en el centro de la proa y rebotando, arrojó al agua dos hombres de armas de Butrón. El capitán miró fijamente al barón.
Mucho os agradecemos la oferta, repuso el magistrado, pero no veo cómo podáis triunfar con vuestro único barco sobre las dos poderosas galeras corsarias, al paso que con vuestros arqueros en los muros de Lepe fácil os sería dar á los piratas una lección sangrienta. Ya os he dicho mis razones para no detenerme aquí.
Iban á retaguardia de la columna, y á veces oía Roger el paso acompasado de los arqueros y los relinchos de los caballos. Venid á mi lado, muchachos, dijo el señor de Morel al pasar frente á un cortijo, donde el camino se ensanchaba notablemente. Puesto que me habéis de seguir á la guerra, bueno será que os diga cómo quiero ser servido.
¿Quién va? preguntó una voz potente. ¡Simón Aluardo, voto á bríos, que no quiere morir asado! ¡Y aquí en la torre tenéis también una dama á quien rescatar, junto con vuestro capitán el barón de Morel! ¡Pronto, bergantes! ¡La flecha y la cuerda, Vifredo, como en el sitio de Maupertuis! ¡Viva Simón! se oyó gritar á los arqueros y poco después la voz de Vifredo, que decía: ¿Estás pronto, camarada?
La altura á que por fin llegaron los arqueros ingleses constituía en efecto una posición fortísima, un enorme cono truncado desde cuya base superior podían barrer con sus flechas el pendiente camino que ellos acababan de recorrer con gran dificultad, al paso que por los otros lados la roca cortada á pico hacía la posición inexpugnable.
Llegó el ventero en aquel instante, precipitóse con Roger en auxilio del colgado, para lo cual tuvieron que subirse sobre la pesada mesa de encina en la que se veían los restos del refrigerio de ambos arqueros, y no sin trabajo lograron desenganchar al campeón del obispo. ¿Se ha ido? preguntó apenas puso los pies en el suelo. ¿Quién? El gigante, el monstruo de la cabellera roja. ¡Ah, vamos!
Mi arnés, armas y caballo vuestros son por la ley de la guerra. Pero os serán devueltos. Coloca centinelas, Simón, ahí en la entrada del paso y una guardia de arqueros con armas preparadas por si algún otro caballero nos visita. Pasaron las horas y los ingleses siguieron vigilando todos los movimientos de la gran hueste enemiga.
Mucho desearía yo ver todas esas riquezas de la antigüedad y esos primores del arte, dijo Roger. Otra cosa. Allá he dejado yo más de trescientos arqueros blancos que desde hace dos años no han oído una sola palabra de consejo, ni una plática religiosa y bien sabe Dios que nadie lo necesita tanto como ellos. Si tienes deberes aquí, tampoco es mala misión la que te ofrezco.
Grande fué por lo tanto la satisfacción de hidalgos y arqueros al notar que el sendero desembocaba en ancho camino y que á poca distancia del cruce se veía una casa intacta, grande y cuadrada, una de cuyas ventanas ostentaba la enorme rama seca que anunciaba un mesón ó paradero. ¡Ya era tiempo, vive Dios! exclamó el barón regocijado.
Palabra del Dia
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