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Sólo á ella se debe mi presencia aquí. Pero me admira, en verdad, señor de Latour, que no hayáis tomado vos mismo el mando de estos valientes arqueros. ¡Imposible, mi noble amigo! exclamó el jefe gascón. Ya sabéis cómo son estos ingleses y no hay medio de que acaten como jefe á quien no sea compatriota suyo.

Descuidad, Simón, seré prudente. No busques el peligro, mon petit, y espera á tener la muñeca algo más sólida. Oye; esta noche nos reuniremos algunos amigos en la Rosa de Aquitania, á dos puertas de tu hostería de la Media Luna, y si quieres vaciar un vaso en compañía de simples arqueros ¡bienvenido!

En aquel instante oyó Roger, tres veces repetida, la nota penetrante de un clarín, y saltando de la roca en que estaba sentado vió que los arqueros empuñaban sus armas y se dirigían apresuradamente hacia los caballos. Llegó en pocos momentos al grupo que formaban los jefes y oyó al señor de Fenton que decía: No me queda duda, es el toque del clarín enemigo.

Á veces se abrían los grupos para dar paso á la litera de una noble dama, ó á los arqueros que con antorchas encendidas precedían á un caballero de alto rango camino de su alojamiento y procedente de los festines de la corte.

Agotadas muy pronto las flechas de los arqueros, lucharon desesperadamente con espadas, picas, hachas y mazas, aprovechando todas las ventajas de su posición. Por fortuna, el combate cuerpo á cuerpo impidió á los honderos castellanos continuar su obra de destrucción.

Arqueros de la Selva de Balsain, montañeses y cazadores de Vernel, Dunán y Malvar, hombres de armas veteranos y bisoños y nobles caballeros ganosos de prestigio, dirigíanse todos á Salisbury, desde las riberas del Avón hasta las del Lande, para alistarse bajo la bandera de las cinco rosas gules de Morel.

En busca suya voy al castillo de Monteagudo, antes de reclutar mi gente, para entregarle una carta de Sir Claudio Latour, rogándole que ocupe el mando vacante por la partida de Montclus. Pero no quisiera presentarme a él solo, sino por lo menos con un buen par de futuros arqueros blancos.... ¿Qué dices á eso, ganapán? preguntó Simón dirigiéndose á un atlético leñador.

Una docena de arqueros se deslizaron avergonzados en dirección á la tienda del gascón, despedidos por la rechifla de toda la columna, que poco después se ponía en marcha con el barón, camino del cuartel general inglés.

Al sentir la cuerda hizo el jefe pirata un esfuerzo supremo y rompió las ligaduras que ataban sus manos, derribó á uno de los arqueros que le guardaban y asiendo por la cintura con su único brazo sano al marinero que sujetaba la cuerda, lo levantó y se arrojó con él al mar. ¡Se ha escapado! gritó Simón, corriendo hacia el punto de la cubierta por donde había desaparecido Cabeza Negra.

Porque se le ocurrió impedirme el paso á un carro cargado de víveres que tenían los franceses, observó Sir Oliver, con gran risa de todos los presentes. ¿Cuántos reclutas me traéis? le preguntó el príncipe. Cuarenta hombres de armas, señor, contestó Sir Oliver. Y yo cien arqueros y cincuenta lanzas, dijo el señor de Morel; pero cerca de la frontera navarra me esperan otros doscientos hombres.