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Actualizado: 29 de mayo de 2025


No lejos de , hacia la derecha, había un señor que cuatro o cinco veces, durante la lectura, dio un fuerte porrazo con el bastón en el suelo, gritando: ¡Olé! ¡Viva tu mare! El aplauso no era muy oportuno a la sazón, y me escamé un poco. Le dirigí alguna que otra mirada exploradora; pero no vi en su rostro nada que pudiera indicar intención de burlarse.

La más notable de las que desenvuelven este tema es, á nuestro juicio, la que lleva el título de Don Gil de las calzas verdes, una de sus más famosas comedias, que hasta ahora se ha mantenido en el teatro español con el mayor aplauso de los espectadores de todas las épocas, y lo mismo se observa en El amor médico, en La huerta de Juan Fernández y en alguna otra.

Mas al terminarse el acto, cuando el célebre ¡Ah maledetto! del tenor, el tío Manolo tuvo la desgracia de soltar un gallo. Nunca había dado las notas altas muy claras y las temía mucho. En el auditorio se levantó un leve murmullo, al cual siguió un estrepitoso aplauso en testimonio de simpatía y perdón. Rivera, sin embargo, se desconcertó completamente y cantó lo que quedaba rematadamente mal.

Cierto que tenemos enemigos, que habrá lucha, pero venceremos. El viejo sistema podrá convertir las ruinas de su castillo en informes barricadas, nosotros se las tomaremos al canto de libertad, á la luz de vuestros ojos, ¡al aplauso de vuestras adoradas manos!

Tiene toda la sangre en la cabeza, suda como cavador, cierra las manos, hace gestos de desesperación cuando se pierde un actor. Si lo dije, si no sabe el papel. ¿Silban? ¿Qué murmullo es ese? Bien, bien; este aplauso ha venido muy bien ahí: esto va bien; ese trozo tenía que hacer efecto por fuerza. ¡Bárbaros! ¿Por qué silban?

Sólo fueron acogidas con aplauso, desde el principio, por los eruditos y por los individuos de la Academia Española, considerándolas como el modelo del buen gusto, penetrando luego poco á poco en las demás clases sociales, de tal suerte, que hubo ya motivos para emprender con buen éxito la reforma proyectada en el teatro. Reformas hechas en los teatros. Traducciones de dramas franceses.

Con todas sus consecuencias repitió el buey Apis. Y paseó por todos los presentes una mirada orgullosa, casi fiera, que no carecía de la tosca grandeza de un Mario, a la vez plebeyo y formidable, que se dejase acariciar por afeminados patricios... Un aplauso general acogió la declaración del antiguo revolucionario, y Villamelón, muy conmovido, propuso un brindis en honor del rey Alfonso XII. Apuráronse las copas, y Fernandito, tomando entonces la que había servido a Martínez, dijo solemnemente: Esta copa tendrá con los años gran valor histórico. ¿Me entiende usted, Martínez?... Permítame que la guarde... Quiero legarla a mis hijos.

El calavera de buen tono, es el tipo de la civilización, el emblema del siglo XIX. Perteneciendo a la primera clase de la sociedad, o debiendo a su mérito y a su carácter la introducción en ella, ha recibido una educación esmerada; dibuja con primor y toca un instrumento: filarmónico nato, dirige el aplauso en la Opera, y le dirige siempre a la más graciosa, a la más sentimental: más de una mala cantatriz le es deudora de su boga: se ríe de los actores españoles, y acaudilla las silbas contra el verso: sus carcajadas se oyen en el teatro a larga distancia; por el sonido se le encuentra; reside en la luneta al principio del espectáculo, donde entra tarde en el paso más crítico, y del cual se va temprano; recorre los palcos, donde habla muy alto, y rara noche se olvida de aparecer un momento por la tertulia a asestar su doble anteojo a la banda opuesta.

Esperé con paciencia que aquella dama hubiera exhalado el último grito, que me pareció estridente y de un timbre infernal; así fue que el descanso resultó magnífico y la suprimida tortura se tradujo en un aplauso unánime.

Isagani, rojo de emocion, contesta con un tímido saludo; Juanito se dobla profundamente, se quita el sombrero y hace el mismo gesto que el célebre cómico y caricato Panza cuando recibe un aplauso. ¡Mecáchis! ¡qué chica! exclama uno disponiéndose á partir; decid al catedrático que estoy gravemente enfermo. Y Tadeo, que así se llamaba el enfermo, entró en la iglesia para seguir á la joven.

Palabra del Dia

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