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Actualizado: 29 de mayo de 2025


MÁXIMO. Verdades que han de serle muy útiles... Que aprenda por misma lo mucho que aún ignora; que abra bien sus ojitos y los extienda por la vida humana, para que vea que no es todo alegrías, que hay también deberes, tristezas, sacrificios... ELECTRA. ¡Jesús, qué miedo! CUESTA. Conviene no estimular con el aplauso sus travesuras. DON URBANO. Y mostrarle un poquito de severidad.

Acaeció, pues, que, yendo don Quijote con el aplauso que se ha dicho, un castellano que leyó el rétulo de las espaldas, alzó la voz, diciendo: ¡Válgate el diablo por don Quijote de la Mancha! ¿Cómo que hasta aquí has llegado, sin haberte muerto los infinitos palos que tienes a cuestas?

Su talento y estilo escénico le granjearon mucha fama, declamando, no sólo en Madrid, Zaragoza, Valencia, Barcelona y Lisboa, con general aplauso, sino recorriendo también con su compañía Italia y los Países Bajos, y ganando en todas partes riquezas y fama. Su carrera teatral comprende casi todo el siglo de oro del teatro español, porque llegó á la avanzada edad de ochenta años.

La pobre niña, tan reservada y silenciosa por temperamento, empezó a charlar por los codos, dirigiendo pullas muy saladas a todos los presentes, que las acogían con regocijo y aplauso. Cuando una señora le dijo que estaba borracha, se puso muy seria y afirmó que sólo estaba un poco alegre, lo cual nada tenía de particular teniendo en cuenta sus pocos años. Esta salida hizo reír a los convidados.

»Mi padre andaba aquella noche ciegamente empeñado en sus caballerías senatoriales; y con harto sentimiento mío, no recibí los alientos de su aplauso en aquella mi primera salida a correr las aventuras por las encrucijadas del gran mundo. »Recuerdo también la impresión que recibí al hollar por primera vez, y con pie inseguro, la espesa alfombra del salón de la fiesta.

Lope y Cervantes hablan en términos honoríficos del aplauso que merecieron las obras dramáticas de Virués , desprendiéndose de sus alabanzas que debía ser un poeta de primer orden. La crítica imparcial, sin embargo, nunca podrá darle este nombre.

Y el último de los Paleólogos, combatiendo y muriendo gloriosamente en defensa de Constantinopla, fue digno de la majestad cesárea; puso término glorioso al secular poder de griegos y de romanos, y merece no menor aplauso que Leónidas y más piadosa simpatía.

El espada saludó ante el palco abriendo los brazos con el estoque y la muleta, mientras las manos de doña Sol, enguantadas de blanco, chocaban con la fiebre del aplauso. Luego, un objeto rodó de espectador en espectador desde el palco hasta la barrera.

La emoción estalló en un aplauso ensordecedor. La muchedumbre, tornadiza, impresionada únicamente por el peligro del momento, aclamaba al Nacional. Fue uno de los mejores momentos de su vida. El público, ocupado en aplaudirle, apenas se fijó en el cuerpo inánime de Gallardo, que era sacado del redondel, con la cabeza caída, entre toreros y empleados de la plaza.

Que se levante el ejército, pero que se siente don Cristóbal gritó uno. El Jubilado quedó parado en firme, echó una mirada de triste reconvención hacia el sitio de donde había partido la voz, se llevó el pañuelo a los ojos para enjugarse las lágrimas, bebió con calma lo que restaba de vino en la copa y se sentó gravemente entre el aplauso y la risa de los comensales.

Palabra del Dia

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