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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Al oscurecer, abandonó Jacobo el balcón para dirigirse a casa de Currita, donde estaba citado con el buey Apis desde la víspera; cierto senador famoso, disgustado recientemente con el Gobierno, había solicitado de Martínez, por medio de la dama, una entrevista, y ella apresuróse a ofrecerles, como terreno neutral, su propia mesa; ambos debían, por lo tanto, comer aquella noche en casa de la Albornoz con este objeto, y Jacobo, el niño mimado del nuevo partido, no podía faltar tampoco en aquella ocasión al lado de su jefe.
Valiente animal es vuestro Brama comparado con Apis, dixo el Egipcio; ¿qué cosas tan portentosas ha hecho ese Brama? El bracman le replicó: ha enseñado á los hombres á leer y escribir, y la tierra le debe el juego de axedrez. Estais equivocado, dixo un Caldeo que á su lado estaba; el pez Oanes es el autor de tan señalados beneficios, y á él solo se le debe de justicia tributar homenage.
Y pensándolo mejor, sin duda, recordó al cabo Fernandito que el ministro de la Gobernación, el buey Apis, como por razón de su corpulencia le llamaban, tan sólo le había dicho que el pastel de ratas debía de ser muy indigesto. ¡Vaya usted a ver qué tontería!
Con significativa sonrisa mostróle la dama al buey Apis el bouquet que tenía delante, y este, sonriendo también, dijo entre dientes, sin que ella protestase: El diablo son las mujeres...
Hízolo, en efecto, con notable maestría, en que creyeron descubrir algunos las macizas huellas del buey Apis, y cuando cesó de hablar, las miradas significativas de todos se cruzaron de uno a otro lado... El hecho era cierto: Martínez y su mesnada cantaban la palinodia, y el Grande de España consorte era el encargado de hacer llevar el reverente clamor a los oídos del monarca.
¡Pero si hay más, Butrón, si hay más!... ¡Si es infame! prosiguió Currita muy animada . A la una me entregó anoche el buey Apis la carta... A las diez llega hoy, de repente, la policía a registrarme mis papeles... ¡Negocio redondo que buscaba el gran canalla!... ¡Coger de nuevo la carta y quedarse con mi dinero!... Pero ¿la han cogido? exclamó Butrón consternado.
Jacobo no había venido todavía, y disgustada Currita por creer que toda palabra del buey Apis pronunciada a espaldas de aquel amigo querido era un fraude que a este se hacía, salió impaciente en su busca. Solía Jacobo algunas veces entrar en el boudoir o en las habitaciones de Fernandito como persona de la más familiar confianza, y no parecer en el salón hasta el momento mismo de la comida.
No hago cuestión de nombre; Dios; el sol; el buey Apis; la cabra de Méndez; el budhismo; el mahometismo; el cristianismo; el animismo, etc., todo eso representa a un mismo sentimiento, porque responde a una misma impresión, y si nos es dado elegir, ¿cuál de todas las religiones del mundo nos ofrece una moral más sana, más fecunda, más generosa que nuestra moral cristiana en la fe de Dios?
»Amigo mío, durante dos días he vivido tan lejos de la sociedad, cual si me hubiera transportado a otro planeta; he podido apreciar la rara hermosura de un día de sol, la pureza del ambiente, la profunda melancolía de la noche, mar donde el pensamiento navega a su antojo sin llegar jamás a ninguna orilla; he experimentado la indecible satisfacción de que centenares de hombres con casaca, entorchados y sombreros de distintas formas, pero todos más feos que los que en Egipto ponen al buey Apis, pasen junto a mí sin saludarme; he conocido el purísimo deleite de ver pasar los minutos, las horas, los días, cual cortejo de dulces sombras que llevan en sus suaves manos la vida, a la manera de aquellas deidades hermosísimas que pintaron los antiguos, transportando en sus brazos las almas de los justos al cielo; he saboreado las delicias de no ir a ninguna parte deliberadamente, de sentir mis hombros libres de toda obligación, de no sentir en mi pensamiento ese hierro candente cuya quemadura significamos en el lenguaje con la palabra <i>después</i>, y que encierra un mundo de deberes, de ocupaciones, de molestias sin fin.
La esposa dio dos pasos hacia el esposo, desmintiendo con los rayos, que de sus claros ojos brotaban, la suave vocecita y el pausado tono con que dijo: ¿Pues no comió ayer aquí ese buey Apis?... Es un animal replicó el marido; y para ocultar su turbación, escondióse bajo el paño negro, poniéndose a enfocar de nuevo la máquina.
Palabra del Dia
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