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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Opinión de todos fundadísima era que el buey Apis estaba abocado a ser presidente del Consejo en cuanto viniera a tierra aquel gabinete que ya se tambaleaba, y entonces ¡oh, entonces! sería él seguramente ministro, y desde las alturas del banco azul, teniendo él la sartén por el mango, podía ya reírse impunemente, así de las burlas como de las amenazas de los masones.

La presencia del buey Apis produjo, en efecto, honda impresión en el viejo gordo, designado por Currita como ministro de Gracia y Justicia; detúvose un instante sorprendido, llamó la atención de su compañero y dialogaron breve rato, él como extrañado y suspenso, el otro como asombrado de su extrañeza.

Al verles Currita, apretó vivamente el brazo del buey Apis, diciéndole muy por lo bajo: Mire usted quién va allí, Martínez... Gallego, el ministro de Gracia y Justicia... En cuanto le vea a usted se asusta... ¡Anda!..., ya nos mira... ¡Qué delicia!... De fijo que esta noche se declara en el gabinete la crisis...

Fuele ya imposible alargar por más tiempo la ímproba tarea y puso al cabo fin a la comedia con una escena misteriosa, seguida de un golpe teatral hábilmente dispuesto... Su diminuto piececito tocó ligeramente por debajo de la mesa la pezuña del buey Apis, y ambos cruzaron con Jacobo una rápida mirada de inteligencia que parecía significar: ¡Alerta!

Otro periódico ministerial, El Puente de Alcolea, completaba estas noticias con el siguiente sueltecito, en que no asomaba ya la manaza, sino la pataza del excelentísimo Martínez, descargando una coz digna de la formidable pezuña del legítimo buey Apis: «Es completamente inexacto que el registro llevado a cabo por la policía en el palacio del señor marqués de Villamelón no produjese resultado alguno.

Me quemaron vivo, porque... verá usted... había en aquella iglesia, digo, templo, una sacerdotisita que me gustaba... de lo más barbián, ¿se entera usted?... ¡y con unos ojos... así, y un golpe de caderas, Sr. D. Francisco...! En fin, que aquello se enredó, y la diosa Isis y el buey Apis lo llevaron muy á mal.

Obedeció, sin embargo, con esa especie de impasibilidad automática, propia de los criados de grandes casas, y cuando el excelentísimo ministro de la Gobernación, don Juan Antonio Martínez, buey Apis, por otro nombre, entró en el boudoir, ardía ya en la chimenea un alegre fuego, y a su lado le esperaba Currita, tendida en una chaise longue, envuelta en una bata de raso, perfectamente enguatada, y arropados los pies con un plaid escocés finísimo: descansaba su cabeza en una gran almohada con lazos color de rosa, y tendiéndole al verle entrar su franca manecita, dijo con la débil voz de un enfermo desahuciado: ¡Adiós, Martínez!... Sólo a usted hubiera yo recibido hoy.

El buey Apis dio un mugido, expresión fiel de la admiración, la sorpresa y el sobresalto que al punto le embargaron, y comenzó a sudar a la vista de la chimenea encendida. ¿Pero qué es esto, señora condesa? exclamó desolado . ¿Sigue la jaqueca?... Fatal... ¡Fatal estoy! contestó Currita . Creo que tengo calentura... ¡y unos escalofríos!...

Jacobo habíase afiliado después de la Restauración en la mesnada revolucionaria capitaneada por el atleta Martínez, que tan sólo había reconocido hasta el presente al nuevo monarca en un banquete privado y bajo el símbolo de un ramo de violetas presentado por un ángel no inscrito en las jerarquías celestiales... El hecho, pues, de presentarse el marqués consorte en Palacio indicaba a las claras que el buey Apis, su jefe, daba otro paso adelante, enviando un fiel explorador a la fértil tierra de Mesopotamia...

Frente por frente estaba Currita, teniendo a su derecha al embajador de Alemania, y a su izquierda al excelentísimo señor don Juan Antonio Martínez, buey Apis por otro nombre, que olvidando con loable magnanimidad antiguos rencorcillos, era a la sazón íntimo de la dama, como sustituto del respetable Butrón en el cargo de Mentor del joven Telémaco.

Palabra del Dia

condesciende

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