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Actualizado: 18 de julio de 2025


Está llena de sedas con recamos de flores y pájaros, llena de palanquines y colmillos de elefante, esa casa de dos techos de Siam, el pueblo de la ceremonia y del arroz. ¿Y a China quién no la conoce, con su pabellón de tres torres, donde no caben las cortinas con árboles y demonios de oro, ni las cajas de marfil con dibujos de relieve, ni el tapiz donde están, con los siete colores de la luz, los pájaros que van de corte por el aire, cuando llega el mes de mayo, a saludar al rey y la reina, que son dos ruiseñores que fueron al cielo a ver quién se sienta en las nubes, y se trajeron un nido de rayos de sol? ¡Oh, cuánto hay que ver! ¿Y el palacio hindú, de rojo oscuro con los ornamentos blancos, como los bordados de trencilla en un vestido de mujer, y tan tallado todo, las ventanas menudas y la torre, como la fuente de mármol, las columnas de pórfido, los leones de bronce que adornan la sala, colgada de tapicerías? ¿Y el Japón, que es como la China, con más gracia y delicadeza, y unos jardineros viejos que quieren mucho a los niños? ¿Y Grecia, esa de la puerta baja con un muro a cada lado, con la historia de antes en uno, antes de que los romanos la vencieran cuando fue viciosa, y la vida del trabajo de hoy, en antigüedades, en mármoles rojos, en sedas finas, en vinos olorosos, desde que resucitó con la vuelta a la libertad, y tiene ciudades como Pireo, Siracusa, Corfú y Patras, que valen ya por lo trabajadoras tanto como las cuatro famosas de la Grecia vieja: Atenas, Esparta, Tebas y Corinto? ¿Y Persia, con su entrada religiosa de mezquita, de techo de azul vivo, y adentro, entre colgaduras verdes y amarillas, las cazoletas cinceladas de quemar los olores, los chales de seda que caben por una sortija, los alfanjes de puño enjoyado que cortan el hierro, las violetas azucaradas y las conservas de hojas de rosa? ¿Y el bazar de los marroquíes, con su arquería blanca que reluce al sol, y sus moros de turbante y babucha, bruñendo cuchillos, tiñendo el cuero blando, trenzando la paja, labrando a martillazos el cobre, bordando de hilo de oro el terciopelo? ¿Y la calle del Cairo, que es una calle egipcia como en Egipto, unos comprando albornoces, otros tejiendo la lana en el telar, unos pregonando sus confites, y otros trabajando de joyeros, de torneros, de alfareros, de jugueteros, y por todas partes, alquilando el pollino, los burreros burlones, y allá arriba, envuelta en velos, la mora hermosa, que mira desde su balcón de persianas caladas?

Llamábase municipio Mellariense: dió una fuente nombre al lugar, y á ambos la grande abundancia de miel que se recoge por allí. Debió ser de bastante importancia, puesto que erigia estátuas á los varones beneméritos, como lo prueba la inscripcion que se conserva en la puerta de su fortaleza, hoy iglesia parroquial, y que publicó en sus Antigüedades Ambrosio de Morales.

En los salones, casi vacíos, sólo quedaban como recuerdos del antiguo esplendor algunos tapices astrosos, cuadros negruzcos con santos ensangrentados en posturas horripilantes, sillerías de estilo Imperio con la seda deshilachada; todo lo que no habían querido los corredores de antigüedades de Sevilla, a los que llamaba el marqués en sus momentos de apuro.

Las fundaciones de templos y monasterios cuya memoria nos han legado tantos respetables y diligentísimos escritores de nuestras antigüedades y de las cosas de la Iglesia desde los primeros historiadores de la monarquía restaurada como el monge de Albelda y el obispo D. Sebastian, justifican sobradamente nuestra suposicion.

»Señor cura: »Ya no se casa nuestra señorita. Como tengo gran confianza en el buen San Pablo, había prometido al gran apóstol dar un paso cerca de usted en el caso de que nuestra señorita no se casara con el señor que ha venido con motivo de las antigüedades de la señora. »Cumplo mi voto. »Pienso, señor cura, que Santa Catalina no es una verdadera solterona, puesto que murió joven.

Allí se encuentran, en la biblioteca del duque, mil preciosidades de tipografía, escultura y antigüedades, y en una galería, cerca de 150 cuadros, casi todos de gran mérito, muchos de ellos delicadas miniaturas del arte flamenco y holandes.

Si describiéramos aquí las antigüedades de la República Argentina, se presentarían otros hechos que no dan lugar á dudas sobro las relaciones que existieron entre éstos y otros pueblos muy lejanos, al mismo tiempo que demuestran una civilizacion peculiar á estas regiones.

Angrand, en su importantísima carta sobre las antigüedades de Tiahuanaco, les atribuye un remotísimo orígen, con razon, y se inclina tambien á admitir una mayor duracion á la dinastía incásica, que la asignada generalmente.

La abuela no había comprendido ciertamente a Francisca en la invitación, pero la curiosilla desempeñó perfectamente bien el papel de aficionada a antigüedades, y hasta tomó cierta expresión profunda al hablar de arqueología, todo para ablandar a la abuela y conseguir que no se le cerrase la puerta... El señor Baltet parecía ver con placer las diversas evoluciones de Francisca.

Tiene la cabeza algo levantada y la boca abierta como en disposicion de arrojar por ella un caño de agua. La cierva, de la misma materia y tamaño, fué llevada al monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe. No sabemos si se conserva. Ambrosio de Morales en sus Antigüedades se esforzó vanamente en persuadir que Córdoba la vieja era la Colonia patricia fundada por Marcelo.

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