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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Cae una palabra de los labios de un perorador en un pequeño círculo, y un gran pueblo ansioso de palabras la recoge, la pasa de boca en boca, con la rapidez del golpe eléctrico un crecido número de máquinas vivientes la repite y la consagra, las más veces sin entenderla, y siempre sin calcular que una palabra sola es a veces palanca suficiente a levantar la muchedumbre, inflamar los ánimos y causar en las cosas una revolución.
Me acerqué de puntillas y le tapé el rostro con mi pañuelo. ¡Jesús! exclamó. ¡Qué susto me has dado! Ya vino papá... ya vino... y.... ¿Y qué? pregunté ansioso. Dice que viene por mí; que está enfermo; que señora Francisca está más chocha cada día.... En fin, que el viernes nos iremos.... Y tú... ¡contenta como una sonaja!... ¿no es verdad? ¿Contenta yo? Sí; tienes razón.
O más bien sofocaba los estímulos de ese instinto invencible que es quizás el sello de humanidad puesto a las criaturas, instinto que nos encarece con elocuente modo las ventajas de vivir, contrapesando los alientos del espíritu, ansioso a veces de la muerte.
La verdad es que Pereda, ni entonces ni ahora, hizo otra cosa que seguir los impulsos de su peculiarísima complexión literaria, ni se mostró jamás ansioso de teorías y novedades, ni reconoció nunca otros maestros que la hermosa naturaleza que tenía enfrente y el estudio de nuestros clásicos, de quienes heredó, sin afectación de arcaísmo, el buen sabor de su prosa, tan castiza y tan serrana.
La miró Julio, pasmado en medio de un quejido, y bajando los ojos, desde los serenos de la niña hasta la limosna refrigerante del agua, bebió ansioso y dejó de quejarse. Carmen, llena de misericordia, se sentó callandito cerca de la cama, y allí se estuvo con las manos cruzadas sobre el regazo, con una blanda actitud de meditación y de tristeza....
Su mismo esposo era para ella un motivo de disgusto por sus modales de hombre de trabajo, siempre ansioso de descanso, y aquel desenfado grave y un tanto excéntrico que había copiado de sus corresponsales de Inglaterra. Sólo sentía por él un débil afecto semejante al que inspira un socio comercial.
Vio con esto el cielo abierto don Baltasar, y avanzando viento en popa por el dulce mar de su amor y de su deseo la nave de sus esperanzas, acudió a la siguiente noche a la reja, donde acabó de perderse en su error, y de perder a mi madre, la inocente, que un tal engaño y una tal traición había de pagar tan caros; y no pasando mucho tiempo, porque la infame Lisarda, oyendo con demasiada facilidad y ansioso deseo los consejos de su lascivia, no tardó en franquear un postigo, que por un zaguán a una oscura sala baja daba, al enamorado don Baltasar.
654 Concluyo esta relación, ya no puedo continuar; permítanmé descansar: estan mis hijos presentes, y yo ansioso porque cuenten lo que tengan que contar. 655 Y mientras que tomo un trago pa refrescar el garguero, y mientras tiempla el muchacho y prepara su estrumento, les contaré de qué modo tuvo lugar el encuentro.
Ansioso o incrédulo, no pudiendo creer en tanta felicidad, se pregunta: ¿Cómo es posible que sea para mí esta dicha inmensa... que no he merecido?... No, Juan, yo he conocido en usted la grandeza de la energía, la hermosura del espíritu de sacrificio, y usted ha penetrado en mi corazón haciéndome admirar la nobleza de una alma generosa dedicada al deber y al trabajo.
Recuerdo el miedo que me causaba al despertar en medio del sueño ese monótono murmullo del silencio nocturno, reagravado por el bulto humano, horroroso, amenazante, que parecían formar las ropas de mi padre puestas al acaso sobre una silla, y en cuya ingeniosa y casual combinación creía ver el cuerpo de un ladrón o de un bandido. ¡Oh! ¡Qué alegría, qué desahogo, cuando la mirada, después de un examen ansioso, descubría el fatal engaño y los objetos tomaban su forma natural disipándose el terrible fantasma!
Palabra del Dia
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