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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Aunque experimentando cierta repugnancia a dirigirle determinadas preguntas, Delaberge sentíase mortificado por una imperiosa curiosidad. A la prisa que antes había sentido para alejarse, sucedió un ansioso deseo de esclarecer las sospechas que desde hacía algunos días se agitaban en su cerebro.
Revivía, en la tierra ya enfriada, el invernal olor de pasto quemado; y cuando el camino costeaba el monte, el ambiente, que se sentía de golpe más frío y húmedo, se tornaba excesivamente pesado de perfume de azahar. Los caballos entraron por el portón de su chacra, pues el muchacho, que hacía sonar el cajoncito de maíz, oyó su ansioso trémulo.
La mayor parte de los habitantes de Madrid estaban en la calle. El ansioso ¿qué hay? salía de todas las bocas. En tales ocasiones basta que se paren dos para que en seguida se vayan adhiriendo otros hasta formar un espeso grupo. Entonces todos los que vemos nos parecen malas caras.
¡Oh, vén conmigo, vén, luz de mi vida, alma de fuego para amar creada y áun en el mismo infierno bendecida! ¡ah, no mates por Dios, mi alma querida, el alma triste á amarte consagrada! Deja ese mundo vano y mentiroso correr tras la ambicion que engendra el crímen, ese mundo de lágrimas ansioso, que no sabe ser grande y venturoso sin gozar el dolor de los que gimen.
De guerreros cubierta la llanura, Y la bandera azul cual siempre pura Se miró relucir; Y á la sombra del símbolo divino Pronunció juramento el argentino De ser libre ó morir. Castelli desnudó su fuerte espada, Y á los cielos la vista levantada Sereno meditó: Cruzó su frente signo misterioso, Y á los libertadores dijo ansioso Con alta inspiracion:
Días después redujeron a prisión, en el Castillo del Príncipe, a Rafael María de Mendive, más tarde deportado a Santander: y cuentan que Martí, ansioso de ver a su amado maestro, se fue al Gobierno, y sin más recomendación que su persona, consiguió un pase para poderlo visitar: y allí iba él diariamente, al calabozo del cubano prisionero, a llevarle el consuelo de su agradecimiento y su ternura.
Descanse usted dijo con dulcísima voz Artegui, hablando blandamente, como se habla a los niños . Apoye usted la cabeza en el almohadón... ¿Quiere usted té..., alguna cosa? ¿Se siente usted mejor? No, descansar, descansar. Así... así... Lucía cerró los ojos, y recostándose en el diván, calló. Artegui la miraba ansioso, dilatadas las pupilas, y estremecido aún de sorpresa y de asombro.
Margarita, con los hermosos ojos fijos en el suelo, parecía ruborosa y como con miedo; pero no embargante esto, cuando oyó los pasos de Cervantes y las palabras que doña Guiomar, con la voz no muy segura, le había dirigido, alzó la vista y en él la fijó, y de tal manera, que él se encontró entre dos fuegos; que de una parte le miraban los lucientes y enamorados ojos de doña Guiomar, y de otra los más tímidos, aunque no más castos, de Margarita, que aunque triste y apenada por la muerte de su madre y por la tristísima orfandad en que se veía, no se defendía del amor que por Cervantes en el alma se le había entrado, y le mostraba claramente en su mirar ansioso.
Calculando, además, como sabedor del camino y del tiempo que en él debe emplearse, que aquel día debían llegar los mensajeros que envió a su padre, y ansioso de saber lo que respondía éste a la consulta que le hizo, montó a caballo al amanecer, y con cuarenta de los suyos, todos bien armados, salió en busca de los mensajeros referidos.
Veo en él una mezcla de rabino avaro, moro fantaseador y guerrero romántico, ansioso de rescatar los Santos Lugares para devolver millones de almas a su Dios. Pero reconozco que, de ser cierta la hipótesis del cambio de nacionalidad, fue éste uno de los mayores aciertos de su vida.
Palabra del Dia
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