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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Siempre había sentido Delaberge predilección por los colores oscuros, la misma repugnancia por las joyas demasiado vistosas, y con la más profunda emoción iba comprobando esa semejanza de gustos, esas singulares afinidades... De tal modo estaba absorbido en su ansioso examen que no se dio cuenta al principio de la acerba entonación y de las agresivas intenciones que Simón ponía en su réplica.
Un coro de vociferaciones, grandes risas y aplausos sonó en la terraza del fumadero, y Maltrana, ansioso por conocer todo lo que ocurría en el buque, corrió hacia este sitio. Era Nélida, rodeada de sus admiradores y otras gentes que habían sido atraídas por el nuevo aspecto que presentaban algunos de aquéllos.
Estaban en lo cierto. La situación era propia de sainete. Cristeta tenía el cuerpo echado hacia adelante, para que don Juan pudiera estrecharla el talle, y él, ansioso de no perder lo conquistado, había metido medio cuerpo por entre puerta y marco; con lo cual, en vez de personas formales, parecían chiquillos jugando al escondite.
Había cometido una imprudencia la noche anterior al ir en busca de él, dejando olvidada la llave en la puerta de su camarote. El «zonzo», o sea el hermano, ansioso de venganza por los golpes de la tarde, había cerrado la puerta al notar su salida, guardándose la llave.
LEONOR. ¿Me compadeces?... MANRIQUE. Ese llanto, Leonor, no me lo ocultes; deja que ansioso en mi delirio goce un momento de amor; injusto he sido, injusto para ti... vuelve tus ojos, y mírame risueño y sin enojos. ¿Es verdad que en el mundo no hay delicia para ti sin mi amor? LEONOR. ¿Lo dudas?... MANRIQUE. Vamos... pronto huyamos de aquí.
Bastaba esto, sin duda, para llevar al teatro á este hombre singular, ansioso de obtener en la literatura patria un lugar honorífico, y de influir también en su país.
El perro, azorado y medroso, huía siempre confiando su salvación a la ligereza de sus piernas y ansioso de hallarse lejos de aquel pueblo inhospitalario en donde hasta las piedras se volvían contra él. Ya casi iba a conseguir su objeto, cuando vio cerrado el paso por un hombre que montaba un caballejo de pobre y miserable estampa.
El senador Gurdilo, ansioso de venganza, insinuó á los periodistas que Momaren y Golbasto se habían batido de noche en la playa por alguna rivalidad amorosa, pues los dos, á pesar de su exterior solemne, eran unos hipócritas de perversas costumbres y tal vez se disputaban el monopolio de algún esclavo atlético.
Descansa dijo Febrer . Un día de estos iré a la ciudad. Cuenta con el regalo. Y Jaime emprendió una mañana el camino de Ibiza, ansioso de nueva existencia, de renovar y variar sus impresiones fuera de la rusticidad campestre. Ibiza le pareció una gran ciudad, a él que había corrido toda Europa.
Este, valiéndose de imágenes, traza la historia de su rebelión contra Dios y de su caída; insinúa con astucia cuán grande es su poder en la naturaleza, y de este modo se propone atraer á sus redes á Cipriano, ansioso de satisfacer su pasión. Sigue á esto la venta de su alma con sangre, y, en su consecuencia, la promesa de poseer seguramente á Justina.
Palabra del Dia
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