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Trataba las cuestiones de aforos, rasantes, alcantarillado, decomisos, etc., etc., que daba gloria oirle. Finalmente, como hombre desmedidamente ambicioso que era, se había metido en una conjuración contra el alcalde, de la cual pensaba sacar su nombramiento de individuo de la comisión de paseos públicos.

No; no, señor, pero si... su majestad el rey no pone remedio, el príncipe será un rey débil capaz de todo, si para lograr sus intentos le pone un ambicioso delante una mujer hermosa. Gracias, señora, gracias en nombre del rey. ¡Oh! el rey pude contar con mi corazón, con mi alma. Pero el rey tendrá compasión de y me salvará; ¿no es verdad, señor? ¿Pero de qué tiene que salvaros el rey?

Y en el teatro de los anamitas, los cómicos vestidos de panteras y de generales, cuentan, saltando y aullando, tirándose las plumas de la cabeza y dando vueltas, la historia del príncipe que fue de visita al palacio de un ambicioso, y bebió una taza de envenenado. Pero ya es de noche, y hora de irse a pensar, y los clarines, con su corneta de bronce, tocan a retirada.

Cuando los ingenieros reúnen en un canal todos los arroyuelos dispersos de la llanura, crean un río bastante capaz para la navegación. El barón de Sanglié, la duquesa y todos los que se interesaban por él, estaban asombrados del cambio de sus costumbres. Vivía tan sobriamente como el joven ambicioso que quiere triunfar por medio de las mujeres. Iba muy raras veces por el club y ya no jugaba.

Prusia ha retrogradado á la barbarie creando para su uso personal un segundo Jehová, una divinidad hostil á la mayor parte del género humano, que hace suyos los rencores y las ambiciones del pueblo alemán. Luego, Tchernoff explicaba á su modo la creación de este Dios germánico, ambicioso, cruel, vengativo. Los alemanes eran unos cristianos de la víspera.

Convencido estoy de que has querido darme una lección de moral, parecida en su traza a la que dio don Illán de Toledo, famoso mágico, a cierto ambicioso Deán de Santiago. , con todo, no has querido demostrar que yo soy ingrato. estabas seguro de mi gratitud.

Ninguno de los frailes, sus compañeros, notaba ni por indicios el tormento infernal que desgarraba el corazón del ambicioso Fray Miguel, y que para un observador perspicaz y que sintiese por él algún afecto, se vislumbraba en su pálido y demacrado rostro, en las muecas nerviosas y como de réprobo que involuntariamente hacía de vez en cuando, y en el brillo calenturiento de sus hundidos negros ojos, a los cuales, así como a la despejada y blanca frente, daba casi siempre sombra la capucha.

Y de nuevo caía sobre él agarrando su cabeza, oprimiéndola con furia sobre su robusto y firme pecho, en cuyas desnudeces se perdía la anhelante boca de Rafael, poseído también de avidez rabiosa. Ya no canta el ruiseñor murmuraba el joven. ¡Ambicioso! decía riendo quedamente la artista. ¿Ya quieres oírle de nuevo?...

En el espíritu de Fray Miguel había además poco briosas facultades que le habilitasen para conquistar y dominar nada por medio del pensamiento, Era distraído, poco insistente, ambicioso de ciencia como de todo, pero sin la paciente perseverancia que se requiere para adquirirla. Fray Miguel, si era algo, si algo valía, era como hombre de acción, aunque su poca fortuna o su mucha torpeza le habían extraviado en el camino, encontrando sólo, cuando se cansó y se hartó de andar por él, el desengaño más negro. Aborrecía la vida, pero tenía miedo de la muerte. Así por la época de fe en que vivía como por la natural condición de su espíritu, en la cabeza de Fray Miguel no cabía imaginar que fuera la muerte la aniquilación del individuo, la desaparición de la persona, el olvido de todo.

Alto en el sitio alegre Apolo hacia, Y alli mandó que todos se sentasen A tres horas despues de mediodia. Y porque los asientos señalasen El ingenio y valor de cada uno, Y unos con otros no se embarazasen; A despecho y pesar del importuno Ambicioso deseo, les dió asiento En el sitio y lugar mas oportuno.