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Más de una vez he oído de tu boca que soy ambicioso, que sueño con opulencias y lujos. No comprendes que con esas palabras me desgarras el corazón. Dime, con toda sinceridad: ¿crees que sería yo capaz de buscar fortuna y riquezas por ese camino? No ambiciono grandezas; con poco me conformo; poco necesito para ser feliz.

Ello es que el Sultán Alamar quería casar al príncipe su hijo con una infanta de Fez para afirmar con tal alianza el imperio muslímico en España, y poder, con la ayuda de las cabilas africanas, rechazar a los cristianos, que a más andar le venían invadiendo y ocupando su territorio, como las olas incesantes de un mar ambicioso e insaciable.

Ya , ya que un ambicioso puede estar enamorado de un rey, mirando en su favor el logro de su ambición; pero no he querido jugar del vocablo; no: don Rodrigo está enamorado de su majestad... la reina.

La imagen de su hermano, que a veces le parecía un buen hombre a veces un hipócrita ambicioso, no se apartaba de su mente, sobreexcitada por el desvelo. Ya pensaba ablandarle con sus sentimientos fraternales, ya confundirle con las amenazas de Rey.

No tenía igual seguridad de acierto en la elección del Padre Zorraquín para acompañante y amigo espiritual del enfermo, porque si bien en ocasiones podría tenerse al tal clérigo por la persona más bondadosa y mansa del mundo, en otras parecía un si es no es levantisco y ambicioso.

Hasta sus amigos, cuando fuese él a misa a San José reuniéndose con ellos en el claustro de la iglesia, iban a suponer que era un ambicioso y deseaba convertir a su hija en una señorita... Y no era esto sólo. Había que temer además la cólera de los rivales, los celos de aquellos atlots que habían quedado absortos por la sorpresa al verle entrar en plena tempestad y sentarse junto a Margalida.

No lo frague si busca ser discreto, porque hará, si lo fragua, no lo dude, ¡un soneto tan malo como éste...! Cruza del Rubicón al otro lado turba adiestrada de agoreras aves, y Céras, ambicioso, dice al verlas: "¡Roma es la gloria!" Y tras la gloria parte. ¡Qué importa que a su paso rasgue el pecho de la que fué su generosa madre!

Yo no soy ambicioso; un día, una familia honrada me encontró llorando sobre el cadáver de mi madre; mi padre había muerto poco antes; tuvieron piedad del pobre huérfano, y me llevaron á su casa. Yo he crecido en el dolor, y el dolor continuo, lento, que no proviene de los hombres, sino de la voluntad de Dios, labra la humildad y la fortaleza del alma que siente, que ha nacido para sentir.

Por amor á la reina, el padre Aliaga, que no era ambicioso, procuró hacerse influyente en la corte, pero de una manera indirecta, sorda, sin dar la cara en cuanto le fuese posible. Procuró atraerse, y se los atrajo, á los enemigos de los enemigos de la reina, y sólo se descubrió en la parte que le fué imposible cubrirse: esto es, respecto al rey.

Porque él podía ser ambicioso, pero no tanto como hombre de sano corazón y de nobles miras. »Todo esto le comprendí; todo esto deduje de sus intrincados períodos, y todo ello me dio bien claro a entender a dónde pensaba ir a parar por aquel camino. ¡Eso sólo me faltaba! ¡Y en qué ocasión venía! ¡Estar soñando con néctar de los dioses, y despertar con aquella melaza entre los labios!