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Actualizado: 24 de junio de 2025
Y cuando descubres que son palabras, blasfemas y maldices. En tanto el pobre asturiano come, bebe y duerme, y nadie lo engaña; y si no es feliz, no es desgraciado, no es al menos hombre de mundo, ni ambicioso, ni elegante, ni literato ni enamorado. Ten lástima ahora al pobre asturiano. Tú me mandas; pero no te mandas a ti mismo.
En cierta ocasión he asistido con un amigo a estas reñidas elecciones. Mi amigo no se presentaba candidato, mas sin saber por qué ni cómo, quizá para dar en la cabeza a algún ambicioso, lo cierto es que al efectuarse el escrutinio, mi amigo salió nombrado presidente de la sección de derecho canónico. Su alegría y sorpresa fueron tan grandes, que estuvo a punto de caer desmayado en mis brazos.
Algunas facilidades habríanle hecho caer infaliblemente de su pedestal ambicioso, y como tantas cosas de este mundo cuya única superioridad emana de un defecto de lógica o de plenitud, ¡quién sabe en qué habría llegado a convertirse si hubiera sido menos absurdo o más venturoso! ¿No baila usted? me preguntó Magdalena algo más tarde encontrándome a su paso sin haberlo yo procurado.
Reconocía al pasar cada uno de los sitios por donde había paseado con sus agitaciones de joven ambicioso, edificando sus ensueños de fortuna y de ascenso en su carrera. En aquellos tiempos se sentía lleno de confianza en sí mismo, se lanzaba por los caminos del porvenir con la intrépida audacia de un aventurero que marcha a la conquista del becerro de oro.
Aben-Hud, aunque ambicioso, era de noble corazon: no se hizo ni pudo hacerse sordo al llamamiento de una de las primeras ciudades de su patria. Pospuesto todo interes personal, se dejó caer sobre la ciudad con el grueso de su ejército. La encontró medio cercada; mas no por esto cejó; antes se mostró dispuesto á combatir hasta que S. Fernando levantase el sitio.
-Mira, Sancho -dijo don Quijote-: dondequiera que está la virtud en eminente grado, es perseguida. Pocos o ninguno de los famosos varones que pasaron dejó de ser calumniado de la malicia. Julio César, animosísimo, prudentísimo y valentísimo capitán, fue notado de ambicioso y algún tanto no limpio, ni en sus vestidos ni en sus costumbres.
Conviértete por ella en ambicioso y avaro, créale una aureola con tu gloria y un tesoro con tus sudores; las rentas del Estado están sujetas a fluctuaciones que pueden ser causa de depreciación de su valor; cómprale esa hermosa granja; con dos años de trabajo puedes proporcionársela. »Y no ya la riqueza, sino hasta el lujo, es preciso procurarle.
Verás los libres de los Filósofos con toda su pompa ¡quán pequeños son al lado de este! ¿Puede ser que un libro que al mismo tiempo es tan sublime y tan simple, sea obra de los hombres? ¿Puede suceder que aquel de quien habla esta Historia no sea mas que un hombre? ¿Es este el lenguage de un entusiasta, ó de un ambicioso sectario? ¡Quánta dulzura, quánta pureza en sus costumbres! ¡quánta gracia penetrante en sus instrucciones! ¡quánta elevacion en sus máxîmas! ¡quán profunda es la sabiduría de sus discursos! ¡qué juicio tan firme, qué delicadeza, qué exâctitud en sus respuestas! ¡quánto dominio sobre sus pasiones!
Valerosos capitanes de escritorio, poetas de la aritmética, con el atrevimiento de los conquistadores, pusiéronse al frente de estos ejércitos de soldados anónimos a los que no conocerán nunca... Y en ochenta años han hecho suyo el mundo, como no lo dominó ningún ambicioso ilustre. Maltrana hablaba con tono oratorio del gran milagro del dinero moderno.
Y hubo otros que dijeron que eso era engaño de los discípulos y robo del rey, y que la libertad de un pueblo pequeño es más necesaria al mundo que el poder de un rey ambicioso, y la mentira de los sacerdotes que sirven al rey por su dinero, y que si Buda hubiera vivido, habría dicho la verdad, que él no vino del cielo sino como vienen los hombres todos, que traen el cielo en sí mismos, y lo ven, como se ve el sol, cuando, por el cariño a los hombres y la honradez, llegan a ser como si no fuesen de carne y de hueso, sino de claridad, y al malo le tienen compasión, como a un enfermo a quien se ha de curar, y al bueno te dan fuerzas, para que no se canse de animar y de servir al mundo: ¡ése sí que es cielo, y gusto divino!
Palabra del Dia
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