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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Algunas facilidades habríanle hecho caer infaliblemente de su pedestal ambicioso, y como tantas cosas de este mundo cuya única superioridad emana de un defecto de lógica o de plenitud, ¡quién sabe en qué habría llegado a convertirse si hubiera sido menos absurdo o más venturoso! ¿No baila usted? me preguntó Magdalena algo más tarde encontrándome a su paso sin haberlo yo procurado.

Por fortuna para los pobres, ninguna embarcación se atrevió á penetrar, y por lo tanto no fueron requeridos sus servicios. De lo contrario allí estaban, prontos á jugar sus vidas. Por mi parte también contemplaba insaciablemente aquel mar que me causaba odio. No encontrándome realmente en peligro, mi fastidio y desconsuelo eran mayores. ¡Cuan feo era el mar! ¡Qué horrible su aspecto!

Encontrándome en Legaspi supe que con motivo de aproximarse el pintacasi de dicho pueblo, bullía en las munícipes cabezas, entre otros obsequios, dar una comedia, utilizando únicamente los elementos del pueblo.

Fue él quien encontrándome perdido en medio de la multitud, sirvió de guía a mi alma, pudiera decirse infantil; fue mi maestro y fue el foco de luz que iluminó mi espíritu, proveyéndome de armas él que era inerme para emprender con vigor la pesada lucha por la vida.

»Hacía un mes que Carlos había partido, y, fiel a su promesa esta vez, regresó a Sorrento para el día indicado; no encontrándome allí, corrió al castillo de Arcos, y si yo hubiese ignorado su traición, su turbación y su tristeza me la habrían hecho conocer.

La puerta no estaba abierta; Pensé si alguien habría advertido en la casa que la cerrasen aquella noche; quizá la cerraron por el viento. Me asomé a la ventana. La altura no era grande. Salté a la calle. Encontrándome solo, sin la compañía de Allen y de Ugarte, me sentía más enérgico y con mayor miedo de ser preso. Todo, antes de volver al pontón.

El astil era tan pesado, que casi la llevaba arrastrando, y sin falta me prestaba la cualidad de invisible, puesto que encontrándome con varios conocidos y amigos que volvían de su paseo, ninguno hizo reparo en mi persona.

No le pesó a mi amo del alboroto, porque se quedó con los dineros, y aplazó para otro día y en otro hospital lo que en aquél había faltado. Fuése la gente maldiciendo a la vieja, añadiendo al nombre de hechicera el de bruja. Con todo esto, nos quedamos en el hospital aquella noche; y encontrándome la vieja en el corral solo, me dijo: "¿Eres , hijo Montiel? ¿Eres , por ventura, hijo?"

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