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Actualizado: 21 de mayo de 2025
24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a hablar de Juan a la multitud: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento? 25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestidos delicados? He aquí, los que están en vestido precioso, y viven en delicias, en los palacios de los reyes están. 26 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta?
Miro la onda agitada, Que corona leve espuma Y entre misteriosa bruma Melancólica gemir; Y en la playa solitaria Estenderse blandamente, Y bajo otra ola rugiente Desfallecida morir. Miro del árbol sombrío Como se ajita el ramaje, Mientras el verde follaje A compas se oye vibrar. Como si un aéreo coro En él tuviese su nido, Para recrear el oido Con misterioso cantar.
¿No sabe usted?... Vengo sola desde casa de D.ª Trinidad... Vengo a cenar con ustedes... Pero háganme el favor de mandar un recado a papá. Se esforzaba en aparecer serena y risueña. Conque solita, ¿eh? Solita a las ocho de la noche dijo D. Martín en tono de broma. ¡Ay, si supieran ustedes qué agitada venía!... Anda tan poca gente por la calle.
Catalina siguió durante algún tiempo indecisa; era evidente que luchaba contra un sentimiento doloroso; pero de pronto exhaló un profundo suspiro; acercó la boca al oído del intendente, y balbució con voz agitada: ¡Vos lo habéis querido! Me arrancáis el secreto de mi desgraciada amiga... Pues bien, sí, os ama, piensa en vos, y ese amor irresistible es la causa de su pena.
A medida que la hora fatal se aproximaba, sentíase más agitada, pero hablaba menos; su andar maquinal de un salón a otro, se aceleraba; su semblante se encendía, y sus labios no hacían sino articular por intervalos algunas exclamaciones de niña: ¡Oh mamá!... ¡mi pobre mamá!... ¡qué crueldad!... ¡qué injusticia!... ¡qué injusticia!... ¡Dios mío!
Por primera vez sentia toda la solemnidad de ese acto de suprema confianza en la Providencia que presenta al hombre lanzado sobre un barco a la inmensidad del océano.... En el continente quedaba todo mi pasado, todo ese conjunto de tesoros que se llama la Patria; y en la onda agitada del abismo se levantaba la sombra vaga del porvenir.
D. LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN, hijo del poeta ya nombrado de igual apellido, nacido en Madrid en 1760 y muerto en París en 1828 después de una vida muy agitada, se consagró desde un principio al teatro, proponiéndose su reforma como fin principal de su existencia.
El gentío se fue desparramando como nube que el viento fracciona y desvanece: pasó primero en turbas, luego en grupos y después en parejas que calladamente solían dividirse sin despedida ni saludo, tomando unos el camino de su casa, entrando otros en ventorrillos y tabernas, diseminándose y perdiéndose, confundidos todos y sorbidos por la agitada circulación del arrabal.
Y con este prólogo de la creación natural comenzaba la vida, desarrollándose al través de millones y millones de años, interrumpida a veces por los cataclismos de la tierra agitada por las últimas crisis de su crecimiento, y continuando adelante con la ciega tenacidad que anima a la Naturaleza.
El estrépito de las armas no pudo acallar su musa, puesto que la afición á la poesía, siempre viva en su pecho hasta en las cárceles de Argel , se despertó entonces más pujante. A pesar de su vida militar agitada, había escrito una novela pastoril, titulada la Galatea, en la cual revela poca originalidad, é imita, no del todo felizmente, las obras de Gil Polo y de Montemayor.
Palabra del Dia
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