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Actualizado: 21 de mayo de 2025
De noche, con este disfraz, va á caza de víveres: óyesele y se reconoce al peregrino al ruido que mueve con su concha, pues sólo consigue arrastrarla cojeando y dando tropiezos. Otros, en fin, más honrados, descorazonados del movimiento y de sus luchas con el mar, prefieren la tierra, no tan aguerrida y agitada.
Después de algunos momentos de conversación general, doña Gertrudis empezó a dormitar y los dos jóvenes se retiraron al hueco de un balcón a decirse los dulces secretos de todos los días, más dulces y más amables cuanto más se repiten. María estaba preocupada. Su novio, con la perspicacia del que ama de veras, lo notó al instante. ¿Qué tienes hoy?... Parece que estás agitada...
Pero el descanso no se hizo para las madres, y la marquesa no tardó en verse agitada por un estado febril que comprenderán muchas de nuestras lectoras. Juana Berengére, había cumplido ya diez y nueve años y tenía que buscarle un marido. Es ésta, sin contradicción, una hora solemne para las madres. Que se sientan muy conturbadas no nos extraña; extrañaríamos que no lo estuvieran aún más.
La mar agitada formaba esas enormes olas, que gradualmente, se «hinchan, vacilan y revientan mugientes y espumosas», según la expresión de Goethe, cuando las compara en su Torcuato Tasso con la ira en el pecho del hombre.
Acababa de escribir estas líneas después de haber hecho los honores á la comida de Luisa, cuando oí en la escalera el ruido de un paso pesado y grave: al mismo tiempo creí distinguir la voz de mi humilde providencia, expresándose en el tono de una confidencia tumultuosa y agitada.
No debéis creer eso, mi padrino, no debéis... ¡Juan, yo creo que ella te ama! ¡Y yo también lo creo! ¡Tú también! Cuando la dejé hace veinte días, estaba tan agitada, tan conmovida. Veíame triste y desgraciado, y no quería dejarme partir. Esto pasaba en el pórtico del castillo, de donde salí huyendo... sí... huyendo; pues iba a hablar, a estallar, a decírselo todo.
Condesa, está usted un poco agitada manifestó , y creo que la soledad le será conveniente. Descanse usted si le parece, mientras yo acompaño a la señora hasta su coche. Dictó la orden sonriendo, pero con un tono tan autoritario que la señora Chermidy aceptó su brazo sin replicar.
La voz ronca del padre decía: Está demasiado agitada. Es necesario tranquilizarla. ¿No tiene fiebre? La voz fina de la madre contestaba: Parece que no; ahora le pondremos el termómetro... ¡Pobre chica!... ¡Tiene demasiada imaginación para su estado!... Ha soñado curarse... Habla de curarse... Yo creo que tejer no le haría mal. Habrá que consultar al médico.
»Poco después entrábamos en el dormitorio de Magdalena, a la cual encontramos inquieta y visiblemente agitada. »No nos costó mucho trabajo adivinar la causa; Amaury se había marchado hacía media hora y mi hija creía indudablemente que estaba con Antoñita.
La necesidad de ganarse la subsistencia en un país extranjero, cuya lengua empezaba á conocer, hizo que sólo se ocupase de su persona. La vida agitada y aventurera de los pueblos nuevos le arrastró á través de los más diversos oficios y las más disparatadas improvisaciones.
Palabra del Dia
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