Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 14 de junio de 2025


Pero lo que más me agradaba y mostraba yo a mis amigos con el mayor orgullo, era un juego de pebeteros que adquirí en Cintra.

Al segundo día de ser vecino del más alto de los munícipes, adquirí amistades con la respetabilísima y nunca bastante cantada mi señora Doña Tintay, Capitana en ejercicio, moza ya entrada en años, de anchas caderas, gran verbosidad, gran fama como matrona y gran influencia como legítima esposa, de legítimo matrimonio con el Gobernadorcillo del pueblo de Legaspi, el Sr.

A esto se reducen todos los recuerdos que conservo de mi llegada al «solar de mis mayores». La noción exacta de cuanto me rodeaba allí en aquellos momentos, y aun la de propio, no la adquirí hasta que al calor de la fogata descomunal que resultó del hábil manipuleo de mi tío, se desentumecieron mis ateridos miembros, volvió a circular mi sangre con su acostumbrada regularidad, y revivieron con ella y se enquiciaron todos los componentes de la entorpecida máquina de mis ideas.

Para satisfacer á la segunda objecion, necesitaria enteramente de las pruebas y fundamentos que le su autor, pues en la primera adquirí algunas noticias que las saqué del diario que llevó Villarino en su navegacion.

Con dos guías tan complacientes y tan expertos como los míos, pronto conocí las principales sendas, cañadas y desfiladeros, la fauna y la flora de los montes más cercanos del contorno; perdí el miedo que me infundían los «asomos» u orillas descubiertas de los precipicios, siendo de advertir que allí no hay camino chico ni grande que no sea un asomo continuado, y adquirí la soltura y la fortaleza de que mis piernas carecían al principio para soportarme lo mismo en las cuestas arriba que en las cuestas abajo; es decir, siempre que andaba, porque es la pura verdad el dicho corriente en el lugar, de que en aquella fragosa comarca no hay otra llanura que la sala de don Celso.

Ninguno. Si el señor de Miranda es una persona formal. ¿Usted le llama el señor de Miranda? No... él ya me advirtió ayer que le llamase Aurelio.... Pero como aún no adquirí confianza... y él tiene más edad.... En fin, no se me venía a la boca.

Tiempo ha que adquirí, a costa de mucho oro, la poción libertadora. Contenida está en este lindísimo pomo que pongo sobre mi bufete. El sabio que me la vendió aseguraba que, sin dolor ninguno, en medio de un sueño delicioso, para con suavidad el movimiento del corazón y en las arterias y en las venas cuaja la sangre.

Las potencias occidentales habían designado para rey de Grecia, al príncipe de Cabourg, viudo de la princesa Carlota, heredera del trono de Inglaterra. Este príncipe se encontraba en París: yo le conocí en Italia durante el tiempo de su viudez, y adquirí con él una amistad tan íntima como sincera.

Con ellos me trasladé a Vejer de la Frontera, lugar de su residencia, pues sólo estaban de paso en Medinasidonia. Mis ángeles tutelares fueron D. Alonso Gutiérrez de Cisniega, capitán de navío, retirado del servicio, y su mujer, ambos de avanzada edad. Enseñáronme muchas cosas que no sabía, y como me tomaran cariño, al poco tiempo adquirí la plaza de paje del Sr.

¡Miserables! decía con voz patética, de bajo profundo ¡miserables!... ¡Ministro de Dios!... ¡ministro de un cuerno!... El ministro soy yo, yo, Santos Barinaga, honrado comerciante... que no hago la forzosa a nadie... que no robo el pan a nadie... que no obligo a los curas de toda la diócesis... eso, eso, a comprar en mi tienda cálices, patenas, vinajeras, casullas, lámparas (iba contando por los dedos, que encontraba con dificultad), y demás, con otros artículos... como aras; señor ¡que nos oigan los sordos, señor Magistral! usted ha hecho renovar las aras de todas las iglesias del obispado... y yo que lo supe... adquirí una gran partida de ellas..., porque creí que era usted... una persona decente... un cristiano.... ¡Buen cristiano te Dios! ¡Jesús... que era un gran liberal, como el señor Foja... eso es... un republicano... no vendía aras... y arrojaba a los mercaderes del templo!... Total, que estoy empeñado, embargado, desvalijado... y usted ha vendido cientos de aras al precio que ha querido... ¡se sabe todo, todo, señor apaga-luces... don Simón el Mago.... Torquemada.... Calomarde!... ¿Ven ustedes este santurrón? pues hasta vende hostias... y cera... ha arruinado también al cerero.... Y papel pintado...

Palabra del Dia

aconséjele

Otros Mirando