Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 6 de julio de 2025


Algo me anunciaba que pronto estaría dulcemente abrigado bajo el techo de una choza hospitalaria, calentando mis miembros ateridos por el aire de la montaña, al amor de una lumbre bienhechora, y agasajado por aquella gente ruda, pero sencilla y buena, a cuya virtud debía yo desde hacía tiempo inolvidables servicios.

Era grato escuchar el pío, pío de los ateridos gorriones, guareciéndose por centenares en una washingtonia que había cerca de casa, como en una gran pajarera: era grato ir a dar de comer a los animalitos exóticos que don Rosendo tenía en su finca, salvando en almadreñas la distancia que separaba sus cobertizos de la casa: era grato también quedarse adormecido en una butaca al pie de la chimenea con el cigarro en la boca y la botellita de ron delante, mientras Cecilia leía un cuento interesante o algunos versos sonoros y armoniosos.

La misma facilidad debió turbar al hombre, hacerle titubear, combatir la tentación; pero el frío pudo más que su voluntad y cometió un asesinato. Desde aquel momento era rico y pudo vivir. La carne de foca alimentó á aquellos hambrientos; el aceite, absorbido á raudales, calentó sus ateridos cuerpos.

A esto se reducen todos los recuerdos que conservo de mi llegada al «solar de mis mayores». La noción exacta de cuanto me rodeaba allí en aquellos momentos, y aun la de propio, no la adquirí hasta que al calor de la fogata descomunal que resultó del hábil manipuleo de mi tío, se desentumecieron mis ateridos miembros, volvió a circular mi sangre con su acostumbrada regularidad, y revivieron con ella y se enquiciaron todos los componentes de la entorpecida máquina de mis ideas.

Los rosales ateridos se me representaban cubiertos de rosas, y los naranjos de azahares y frutas que mil pájaros venían a picotear, participando del festín de la boda. Mis meditaciones y mis visiones no se interrumpieron sino cuando el profundo silencio que reinaba en la casa se interrumpió por el sonido de una fresca voz, que retumbó en mi alma, haciéndome estremecer.

Sus alcaides y señores los Argotes aumentan con su merecido renombre el lustre que le dan las bellezas del arte y de la naturaleza, su iglesia ojival de S. Mateo, el palacio de los duques de Medinaceli, sus hermosos paseos sombreados y embalsamados con naranjos y cinamomos, su deliciosa campiña resguardada de los ateridos vientos del norte por la magnífica sierra de Araceli.

A pesar de tener cabe un brasero con lumbre, Ramiro sentía colarse por las rendijas ese estremecimiento glacial de la atmósfera que anuncia la nevasca. Las losas de la calle y los sillares de los palacios tomaban tonos lívidos, ateridos. El viento ululaba.

Tremenda cosa sería caer otra vez en el corral. La pluma, en el colmo de su regocijo, no halló medio mejor de expresarlo que dando vueltas sobre su eje, para que se orearan bien sus miembros húmedos y ateridos: se bañó en el sol y se esponjó, ahuecando con cierta vanidad los flecos diminutos de que se componía su cuerpo.

Pasamos días muy angustiosos, ateridos de frío, y estuvimos a punto de chocar con un enorme banco de hielo que venía flotando, al que tomamos al principio, entre la niebla, por un barco con las velas desplegadas. Descansamos al llegar a las islas Malvinas, en la Bahía de la Soledad.

Como por encargo del médico se le vedaba hasta el asomar las narices al cuarterón abierto de una ventana, se consumía de impaciencia en los páramos entenebrecidos de su cárcel; y cuando llegaba la noche y, después de rezar el Rosario en la cocina, veía entrar en ella dispersos, acobardados, ateridos de frío y calados de agua a unos pocos tertulianos de los de aquella apretada falange de las primeras noches, y notaba la causa de la deserción de los demás en el furioso batir de las celliscas contra puertas y ventanas y en el cañón de la chimenea, quedábase pensativo y mustio, con la cerviz humillada y la vista fija en el flamear de la lumbre, cuyo calor buscaba por instinto.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando