Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 16 de julio de 2025


Cuando estéis entre los demás, respetadle como teniente; pero si aquí os molesta, os autorizo para que le deis una buena. Se siguió el consejo, y un día Arraitz le calentó las costillas para una temporada. Como éramos la parte más tranquila de la tripulación, se hizo amigo nuestro un irlandés, Patricio Allen.

Acabo de saber que ha estado usted en mi casa. Efectivamente, esta tarde he tenido el gusto de ver a Clara... ¿Y no hubiera usted hecho mejor en haberse privado de ese gusto? dijo Tristán, a quien la frase del marqués calentó aún más la sangre. Nanín le miró estupefacto. No comprendo... Quiero decir que visitar a las señoras jóvenes en ausencia de sus maridos no siempre es oportuno.

Era un edificio construído con poco esmero, compuesto únicamente de una gran pieza al nivel de la tierra para el ganado, y otra encima de ella para guardar la hierba. Pedro corrió el cerrojo de una gran puerta pintada con almagre y la abrió de par en par. El vaho que despedían los animales les calentó el rostro.

Se calentó la cama de Chisco, se le despojó de sus ropas húmedas, se le dieron unas fricciones de aguardiente; y en la cama seguía reposando al referir Neluco en la cocina estos sucesos que más de una vez empañaron los ojos de Facia, e hicieron estremecerse de pavor y de entusiasmo a su hija Tona, mientras a mi tío le temblaba la barbilla y le chispeaban los ojuelos clavados en los del narrador.

Corriendo así los días, esmaltáronse de flores y reverdecieron los campos; calentó más el sol; templóse y se embalsamó el ambiente; desperezóse, al fin, la Naturaleza como si despertara de un largo y profundo sueño, y se dispuso a aderezarse, con el esmero de una dama pulcra y muy pagada de su belleza, empezando por las nimiedades del tocador para concluir por lo más espléndido y ostentoso de su ropero; y me pareció llegada la ocasión de realizar un propósito que había formado y madurado últimamente con serias y muy detenidas reflexiones.

Carlos de Ohando el hijo mayor de doña Águeda, era un muchacho cerril, obscuro, tímido y de pasiones violentas. El odio y la envidia se convertían en el en verdaderas enfermedades. A Martín Zalacaín le había odiado desde pequeño cuando Martín le calentó las costillas al salir de la escuela, el odio de Carlos se convirtió en furor.

El que está acostumbrado al consuelo de la familia, al rescoldo del hogar paterno: el que está acostumbrado á ver el humo de la chimenea en que se calentó desde niño, no puede menos de experimentar una mala impresion al ver hacinados tantos hombres; hombres que van allí para no mirarse ni entenderse; que van allí á comer casi maquinalmente; que comen como quien se da á una tarea mecánica, como quien cumple el jornal de la comida, para acudir despues á otro jornal, semejantes á las palomas silvestres que van al sembrado para llenarse el buche, y levantan luego las alas hacia donde la Providencia las lleve.

Pronto desaparecieron las nieves; se oyó el canto de la alondra; calentó más el sol y vertió luz más clara; discurrió por el bosque que circundaba el castillo un aura vital y fecunda; se tapizó el suelo de nueva y menuda yerba, y en los sotos y umbrías de las hondonadas, en la margen de los arroyos, comenzaron a brotar florecillas tempranas, despuntando con timidez en los álamos, mimbrones y chopos, más resguardados de los vientos del Norte, las primeras tiernas hojas.

Realmente, aquella llama en el vértice de la roca debía tener el aspecto de algo sagrado y religioso. Cuando se calentó el hornillo de la roca, ardían lo mismo las hierbas secas que las verdes; pero pronto dejé talado todo el peñasco, sin el menor rastro de vegetación. Pasó una hora y otra; llegó el mediodía. Impaciente, escudriñaba el mar. Nadie se acercaba.

Meñique sacó con mucha faena el hacha encantada de su gran saco de cuero. El hacha era más grande que Meñique. Y Meñique le dijo: «¡Corta, hacha, corta!» Y el hacha cortó, tajo, astilló, derribó las ramas, cercenó el tronco, arrancó las raíces, limpió la tierra en redondo, a derecha y a izquierda, y tanta leña apiló del árbol en trizas, que el palacio se calentó con el roble todo aquel invierno.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando