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Actualizado: 29 de junio de 2025


No, gracias. ¡Come! ¡no seas maula!... Acuérdate de aquel consejo: «donde vayas a comer, come mucho; si son tus amigos les darás placer; si son tus enemigos, les darás rabia».

La memoria no debía de estar muy firme, porque cuando su amiga le dijo: «Sosiégate y acuérdate de lo de esta mañana» replicó: «¡Lo de esta mañana...!, ¿qué ha sido...?». Y mirando con extraviados ojos al techo, parecía entregarse al doloroso trabajo de recordar, cazando las ideas como si fueran moscas.

6 ¿Es éste tu temor, tu confianza, tu esperanza, y la perfección de tus caminos? 7 Acuérdate ahora, ¿quién haya sido inocente que se perdiese? Y ¿adónde los rectos han sido cortados? 8 Como yo he visto que los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan. 9 Perecen por el aliento de Dios, y por el espíritu de su furor son consumidos.

1 Acuérdate, oh SE

Acuérdate de nuestro abuelo, el comisario de la Convención, que se cubrió de gloria en la defensa de Maguncia. Mientras hablaba se habían puesto todos en marcha, doblando una punta del bosque para colocarse detrás de los cañones. Aquí, el estrépito era menos violento. Las grandes piezas, después de cada disparo, dejaban escapar por la recámara una nubecilla de humo semejante á la de una pipa.

22 Y dije a los levitas que se purificasen, y viniesen a guardar las puertas, para santificar el día del sábado. También por esto acuérdate de , Dios mío, y perdóname según la muchedumbre de tu misericordia. 23 Vi asimismo en aquellos días judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas;

Yo me volví hacia el doctor y viéndole muy pálido y demudado, quise parar otra vez; pero él volvió a prohibírmelo, diciendo: » Continúa. Acuérdate del violín de Cremona. »Y continué de nuevo. El compás se aceleraba por momentos y cuanto más aumentaba la rapidez, más de prisa caminaba Magdalena, acercándose a , hasta llegar a poner sobre mi hombro su diestra.

Y acuérdate de aquel refrán que dice: "Al cielo rogando, y con el mazo dando."

Además, el ala del sombrero se clavó en su frente, el velo arremolinado le raspó una mejilla, la punta de un alfiler largo, que parecía animado de vida maligna, buscó traidoramente uno de sus ojos. Ella se separó con rudo tirón. ¡Adiós! ¡adiós! Y al estar junto a la escalerilla, volvió aún la cara hacia Ojeda para despedirse con voz trémula: ¡Novio mío!... ¡mi poeta! Acuérdate alguna vez.

No hay miedo decía el otro . Acuérdate que me diste unas ligas de piel de anta, y las víboras huyen de mis pies al percibir el olor de este cuero. Al fin, una tarde, Jaramillo hizo un esfuerzo, sacrificándose por la amistad. Ya que lo quieres.... Y cerrando los ojos le reveló el gran secreto.

Palabra del Dia

vorsado

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