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¡ acabarás! decía blandiendo una faca y desviándose de un salto cada vez que el sacerdote tiraba del gatillo, apuntándole. Y cuando el cilindro del arma rodó sin que saliera ya ninguna detonación, el obrero, con una risa feroz, se abalanzó sobre el cura, abrazándolo, cayendo con él al suelo, hundiéndole en la espalda el arma con tanto ímpetu, que la hoja quebróse en dos pedazos.

La mía es una verdadera dama castellana que por un milagro de la escultura parece que no la han enterrado en un sepulcro, sino que aun permanece en cuerpo y alma de hinojos sobre la losa que la cubre, inmóvil, con las manos juntas en ademán suplicante, sumergida en un éxtasis de místico amor. De tal modo te explicas, que acabarás por probarnos la verosimilitud de la fábula de Galatea.

Llevada de este modo la tarea, acabarás por tomarla mucha ley; pero guárdate bien de darla nunca por asegurada, por firme que la creas por todas partes, porque torres más altas y de esa misma hechura se han venido al suelo de la noche a la mañana.

Es que tamién está ya la luz ayí respondió la mujer que no se había movido del vano de la puerta. ¡Acabaras de resollar!... Pues entonces, dáca el farol y quédate aquí a cuidar de estos potingues... ¡Mira, mira cómo se va esa olla!... ¡Quítale la cobertera en el aire y échala un poco atrás!

Apoyando una mano en el dintel de la puerta de la alcoba, dijo el amo sonriente como la criada: La verdad, Teresina... el trabajo de hoy es muy importante. Si te es igual, vuelve luego, y acabarás de arreglar esto cuando yo no esté. Bien está, señorito, bien está respondió la criada, muy seria, con voz gangosa y tono de canto llano.

Comes buenos churrascos; andas a caballo; tomas aire puro y, contagiado por , acabarás por reírte de todo ese mundo de cosas deleznables y subalternas que actualmente te tienen envuelto en nieblas... ¡Contra las nieblas: sol, sol y mucho sol! y después vendrá sola, vibrante, sonora, la risa, la sana, la enérgica, la invencible, la fecunda, la suprema demostración de que no somos tan... animales... ¡Ríete!... ¡no seas pavo!... ¡¡Ríete!!... ¡Como yo!... ¡Así...!

Poco se te conoce. Porque me gusta más hablar a tiempo que hablar mucho. Pues ¿a qué esperas, alma de hielo? A que me saque el general el estanco en la villa, que voy a pedirle hoy mismo. ¡Acabaras, con dos mil demonios! exclamó Juana en un desahogo de insensata alegría.

Pues no tenerte lástima, no interesarme por ti, y mirarte como tierra común en la cual todos tienen derecho a sembrar sus deseos para recoger tu deshonra. Desgraciada, si no acabas en la casa de Aransis, acabarás en un hospital. Bien, me agrada eso. O en lo más alto o en lo más bajo. No me gustan términos medios. Y sin embargo en ellos debemos mantenernos siempre... ¿Conque quedamos en eso?

¡Esto te extraña, hijo mío! pues bien, yo se lo había predicho. ¡Usted!... . El bebía demasiado aguardiente, y yo le decía siempre: «Mi viejo camarada, acabarás por una concustion invantánea dijo el maestro Durand con importancia, apoyando cada palabra e hinchando los carrillos.

Comerás las sobras de la mesa. Eres un roío gandul, un roío holgazán, un roío bergante, y acabarás en presidio. Como usted dijo Mariano con descaro. ¡Roer!, no te me subas a las barbas, porque de un roío puntapié vas a parar a Flandes. Yo soy una persona decente. Los holgazanes y gandules me cargan, ¡taco!