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Actualizado: 15 de junio de 2025
Y cuando se marcha el dramaturgo, desorientado, piensa que su pobre comedia, en efecto, debe de ser muy poca cosa cuando nadie, ni la primera actriz, ni el galán, ni la característica, ni el actor cómico, ni el amigo que ha presenciado los ensayos, acaban de encontrarla completamente bien.
Habla claro y alto: su exordio tiene corte griego y el sarcasmo va envuelto en la amargura sombría de haber vivido tantos años para alcanzar los tiempos en que bajo las bóvedas de Westminster se oyen las palabras que acaban de herir dolorosamente su oído.
No obstante, Nucha, con paso resuelto, fue derecha al caos húmedo y medroso, y, con la voz ahogada y conmovida de los que acaban de obtener un gran triunfo sobre sí mismos, gritó: Aquí está el arcón.... Que me lo suban después.... Salió muy animada, satisfecha de su resolución, vencedora en la lucha cuerpo a cuerpo con el caserón que la asustaba.
El arroyo de las piedras que corre por un áspero cauce entre orillas cubiertas de lozanos y fecundísimos olivos, la tranquila Fuen-Santa, pequeña capilla que alza sus modestos muros en medio del mas seductor paisage, la vista del imponente Guadalquivir que se desliza magestuosamente al pie de la ciudad besando sus murallas, una que otra escena campestre acaban de embellecer sus alrededores, donde pueden á cada paso espaciarse los sentidos descubriendo entre lejanos montes pueblos y castillos en cuyas coronas de almenas estan incrustados los recuerdos de diez siglos.
Unos acaban en la opulencia y en la gloria y otros desaparecen oscuros y miserables como un astro que después de haber brillado largo tiempo, se oscurece y se apaga. Vosotros habéis tenido un Garrick que dejó millones y está enterrado en Westminster. Nosotros tuvimos un Federico Lemaitre que murió lleno de deudas y que reposa bajo una humilde piedra pagada por sus últimos admiradores.
Sueldan entonces las dos piezas, y apenas acaban esta operación, desaparece la torre con horrible ruido. El peregrino, á quien los dos hermanos son deudores de este bien, recibe en premio la mano de Aurelia, hermana de Salucio.
Eso sólo se cría en esta tierra: es un regalo de Dios...; y, con tanta riqueza, fabricamos cognac o vinos de imitación porque el Jerez, el verdadero Jerez ya no está de moda, según dicen esos señores del extranjero! Aquí se acaban las bodegas.
Ahora sí que vamos a estar en grande. Verás cómo prospera el país y se acaban las guerras».
Alfonso, su esposa y su hijita Julia acaban de llegar; me encuentro perfectamente retratada en la cara de Julia. ¡Qué dicha tan grande es la de vernos revivir y florecer de nuevo, cuando nos sentimos decrecer y perder la flor de la juventud! Es verdaderamente lo que era yo a su edad, ¡yo misma, en mi inocencia y en la apacible edad primera!
Sólo Teobaldo guardó su compostura, y nos dijo moviendo la cabeza: »¡Eso sí que es extraño! »A estas palabras, nuestra alegría creció de pronto. »No se rían ustedes... nos dijo con gran seriedad y sangre fría. Debo ser el más razonable de los tres... y soy el más débil y supersticioso... Lo que acaban de decirme me ha impresionado, y a mi pesar no puedo dejar de creerlo. »¿Por qué? le interrogué.
Palabra del Dia
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