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Actualizado: 15 de julio de 2025
Luego que acaban de pasar, se levanta el cura y los demás que han estado sentados entretanto, y sigue la procesión, que sale y anda alrededor de la plaza, que está iluminada, y dispuestos en las cuatro esquinas altares para hacer paradas.
Todas las divinidades formadas de tejas abajo acaban siempre por rendirse a la ley de la flaqueza, y lo único que a todos nos salva es la humildad de aspiraciones, el arte de poner límites discretos al camino de la imposible perfección, contentándonos con ser hombres en el menor grado posible de maldad, y dando por cerrado para siempre el ciclo de los santos.
A las cuatro estaba en la plaza de la Concordia, con la cara en alto y los ojos bien abiertos, al lado de otras gentes unidas á él por cordiales relaciones de compañerismo. Eran como los abonados á un mismo teatro, que en fuerza de verse acaban por ser amigos. «¿Vendrá?... ¿No vendrá hoy?» Las mujeres parecían las más vehementes.
Mi juventud ha envejecido mucho desde que no tengo el honor de verle y he echado de menos tantas cosa en mi propio corazón durante los seis meses que acaban de transcurrir, que no sé en verdad si será bastante hábil para sondear el corazón de los demás. Sí, ya sé respondió el conde, la desgracia que le ha sobrevenido y comprendo cuán terrible ha sido para usted ese golpe.
Al llegar junto a mí, echome los brazos al cuello, exclamando: ¡Es una santa, una esposa de Cristo; es El quien habla por sus labios!, y gemía como un hombre que no osa arrancarse del pecho el dardo con que acaban de herirle. Desde entonces púsose a observaros de lejos, y os vio derramar por todas partes vuestra cristiana bondad.
Todo aquel peloton de animales de tres especies unos de dos piés, otros de cuatro que brincan y los demas cadáveres sale por una gran puerta, y apenas acaban de cerrarla cuando se abre la del toril para recomenzar la matanza....
Cien francos ó doscientos; y luego, ¡adiós!... ¡Pero las otras! ¡Las mujeres! Esas penetran en nuestra existencia, acaban por dominarnos, quieren que nuestra vida se moldee en la suya. Su amor por nosotros no es en el fondo mas que una vanidad igual á la del conquistador que ama la tierra que ha hecho suya con violencia. He encontrado demasiadas en mi vida.
La respuesta de la encajera fue echarle al cuello los brazos, y pronunciar, con voz entrecortada de alegría: ¿Luego tú no sabes, no sabes que Dios me dio la sorpresa? Ya tengo el dote, chica... me voy a Portomar a ver si me reciben allá en el convento.... ¡Ahora que dicen que se acaban las monjas!
Esperen un momento vuesas mercedes. ¿Qué hora es? dijo Dorotea. Acaban de dar las doce en Santo Tomás. Pronto, Nicolasa, pronto, que estos señores esperan. Acudió una manchegota casi cuadrada, con una llave y una vela de sebo puesta en una palmatoria de barro cocido. Abrió la puerta, entró y puso la palmatoria sobre una mesa. Dos sillas, Nicolasa dijo aquel hombre.
Cerraron las ventanillas de un lado, y los rayos del Poniente vinieron a reflejarse un instante en el techo del departamento, retirándose después como niños que acaban de hacer alguna jugarreta. Las montañas se ennegrecían, los celajes más remotos eran de color de brasa; luego se apagaban unos tras otros como una rosa de fuego que fuese soltando sus pétalos encendidos.
Palabra del Dia
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