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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Empezó la tía a hacer encajes, y le salieron dos o tres de Portomar a poner la competencia... porque ahora son mucha moda estas puntillas, hasta para pañuelos; lo que estoy rematando es un pañuelo.
No quiero que quedemos reñidas.... ¿Vas enfadada? Bien sabe Dios mi intención.... Escríbeme a Portomar.... Ya te contaré todo, todo. Y se asomó a la puerta para ver alejarse a la garbosa muchacha, cuyo vestido de percal proyectó, por espacio de algunos segundos, una mancha clara sobre las oscuras paredes de las casas de enfrente. Un delito
Las de Portomar no, mujer... esas no... hay un señorón liberal, allá en Madrí, que pidió por ellas.... Pero... ¿y cómo, quién te dio el dote? Verás.... Yo echaba todos los meses un décimo a la lotería... todos los meses. Tú ya sabes que la tía me hacía trabajar los domingos por la mañana; pero por las tardes, decía: «Anda, distráete... vete un poco a rezar a la iglesia». Bien.
La respuesta de la encajera fue echarle al cuello los brazos, y pronunciar, con voz entrecortada de alegría: ¿Luego tú no sabes, no sabes que Dios me dio la sorpresa? Ya tengo el dote, chica... me voy a Portomar a ver si me reciben allá en el convento.... ¡Ahora que dicen que se acaban las monjas!
Palabra del Dia
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