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Más aguantamos nosotras. Yo soy un endivido... tal y como... Lo que es usted, bien lo sabemos: un holgazanote y un bruto... hombre, no me desdigo... ¿Piensa usted que le tengo miedo? A ver; saque pronto esa navaja...

Yo, que redacto estos apuntes, soy el menor de ellos.

¡, pero yo soy muy joven para mi edad, señorita! ¡Así se dice al menos! Y bien dicen... mientras que él, Julio, es casi un viejo para la que tiene. Eso me encanta; no podría usted hacerme mayor elogio... Yo soy de un natural tan suave, tranquilo y sensible, que un marido demasiado vivo de carácter me haría sufrir mucho.

Te concedo que a pesar de mis atenuantes soy algo culpable en el fondo; pero entre amigos y personas de cultura social se trata al prójimo con más tolerancia. Eso, dicho en el Palacio de Justicia, como allí es costumbre, puede pasar; pero aquí, de ningún modo; no puedo tolerarlo ni aun viniendo de ti, y si te ratificas... Mira si lo hago, que repito que mientes. ¡Amaury! gritó Felipe exasperado.

8 y pondré mi rostro contra aquel varón, y le pondré por señal y por refranes, y yo lo cortaré de entre mi pueblo; y sabréis que yo [soy] el SE

Pasó, pues, el hallarla en esta manera: Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos.

No debemos creer en aparecidos ni en brujerías. ¡Si yo no creo! repuso la señorita riendo nerviosamente . ¿Usted se figura que soy como el ama, que dice que ha visto en realidad la Compaña, con su procesión de luces allá a las altas horas?

Y la buena mujer, con el rostro contraído por el asombro y el dolor, le sacudía la mano para instarla á que hablase. Al fin, con voz entrecortada por los sollozos, Demetria habló: Me han dicho que no soy... que no soy hija de usted... que soy del hospicio. Lo mismo que le había pasado á su hija poco antes, toda la sangre de la buena Felicia fluyó al corazón.

Pues yo quisiera haberlo sabido antes de... antes de haberme olvidado por vos de lo que soy dijo la condesa de Lemos. He dicho que ya sabía yo que no habíais de estaros callada mucho tiempo, doña Catalina. ¿Y es posible que yo guarde silencio cuando tengo tanto que echaros en cara?

No lo me repuso. ¿Para qué quiere saberlo? ¡Aunque lo amara, no me casaría con usted!... ¿Por qué? Porque usted no tiene nada. Yo soy una mujer que amo mucho el mundo y el lujo... Necesito un marido que sea capaz de proporcionarme todos mis gustos... Deje que se presente, y, entretanto, ámeme, siga amándome, le daré todo mi corazón añadió riendo a carcajadas.