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Cuando alzó los ojos, pronunció estas palabras: Ese matrimonio tiene que consumarse. Si no es conveniente, Dios lo impedirá. ¿Es tu última palabra, Facundo? Es mi última palabra. Buen chasco me has dado.... Salgo volada. Ya se presentarán ocasiones sobradas de complacerla. ¡Quia! Beatriz Valdedulla no te volverá a pedir un favor. No te incomodes en salir a despedirme.

Pues bien: en el Comedor sólo hay de notable otra chimenea como la susodicha; un gran balcón-cierre, ó tribuna volada, que da á la huerta y mira al Mediodía, donde el viejo Emperador tomaba en invierno los últimos rayos del sol de sus victorias....., y una puerta de comunicación con la Cocina.

Pero observemos bien esta reja, que no se me despinte; encima hay otra con celosías. Otra reja volada; no se me confundirá. Además es la primera. Y el duque se separó de la reja, tomó el camino de su casa y se entró en ella por un postigo sin ser sentido de nadie.

A los hombres hay que tratarlos sin consideración... Ya no más, ya no más... Estoy volada, y lo que es esta no te la perdono... digo que no te la perdono». Algún trabajo le costó a Santa Cruz que su mujer repitiese lo que le había dicho una amiga aquella mañana.

Venía volada por la calle, y él detrás, detrás. ¡Qué asiduidad! ¡Qué perseverancia! ¡Ay! Déjenme ustedes que repose y tome aliento. Aquella criatura facunda y versátil, especie de andrógino reseco y sin incentivo, vivía en la Rúa Ruera, y se llamaba Felicita Quemada.

El Marqués creía en la santidad de Anita; la Marquesa encogía los hombros; temía por la cabeza de aquella chica. Visitación estaba volada, furiosa. «¡Sus planes por tierra! ¡Ana resistía! ¡No era de tierra como ella!». Obdulia Fandiño no envidiaba la santidad de su amiga la Regenta, sino el ruido que metía, lo mucho que se hablaba de ella por todo el pueblo.

He tenido que contenerme, para no ponerla en la calle declaró la dama haciendo todo lo necesario para mostrarse poseída de un furor sacro, hijo legítimo del sentimiento de la dignidad . Es osadía metérsenos aquí y venir con recados estúpidos de la buena pieza de su hermanita... otra que tal. ¡Ni qué nos importa que Amparo se interese o no por nosotros!... Pues los sentimientos de Agustín también me hacen gracia... Una gente para quien el catecismo es como los pliegos de aleluyas... Yo estaba volada oyéndola.

Tan volada estaba ya la Bringas y tan grande esfuerzo tenía que hacer para contenerse, que halló preferible cualquier catástrofe doméstica al tormento horroroso que padecía. «Me voy pensaba , no puedo aguantar. Prefiero que mi marido me desprecie y me esclavice, a que esta miserable me escupa la cara como me la está escupiendo».

Barbarita, que se había criado a la sombra de la venerable torre, si no lloraba al ver tan sacrílego espectáculo era porque estaba volada, y la ira no le permitía derramar lágrimas. Ni acertaba a explicarse por qué decía su marido que D. Nicolás Rivero era una gran persona.

Y si lo era, pronto se había de saber; porque, eso , a doña Lupe no se le apagaría en el cuerpo la bomba, y aquella misma noche o al día siguiente por la mañana, Maximiliano y ella se verían las caras... Que la señora viuda de Jáuregui estaba volada, lo probó la inseguridad de su paso al recorrer la distancia entre el domicilio de las de la Caña y el suyo.