United States or Iran ? Vote for the TOP Country of the Week !


Dulzuras destella tu luz de topacio, luminosa estrella del celeste espacio. Y viendo que de ella yo nunca me sacio, me sonríes bella, desde tu palacio. Tus fulgores dame, que amante los guardo en mi ánima opresa, y deja que te ame nostálgico el bardo, ¡divina princesa!

que sonríes y hasta parece que te burlas: ¿has visto aquí alguna vez una sotana? ¿tienes noticia de que vengan á visitarnos esos señores de la Residencia? No: no vienen dijo Aresti sin abandonar su gesto irónico. ¿Y para que habían de venir? Hace tiempo que están dentro: no necesitan de tu permiso. ¿A quién habían de buscar en tu casa? ¿A tu mujer y á tu hija?

Después de larga pausa dejó el hierro en su sitio y sacó del bolsillo un papel que presentó al aya. Mira lo que acaban de entregarme. Miss Florencia lo acercó á la chimenea y pasó sus ojos por él. Un anónimo profirió sonriendo y entregándoselo de nuevo. , un anónimo... ¿Por qué sonríes? Porque me causa mucho placer que te agite tanto la pérdida del cariño de tu esposa.

¿Por qué lloras? Sonríes y lloras al mismo tiempo. ¿Y ? también sonríes y lloras. Y siguieron andando, sumidos en sus reflexiones. ¡Llama! dijo Pomerantzev. ¡Llama! respondió San Nicolás. Me das lástima, Nicolás. Estando tan viejo, tan enfermo, tan falto de fuerzas, andas sin cesar, vuelas sin descanso sobre la tierra y no te cuidas de nada. Ahora has venido por los aires a visitarme.

Más valía que dijese terminantemente que no. «¿Por qué te vas tan lejos de ? Parece que te causo horror. Cuando entro, te pones seria; cuando crees que no me fijo en ti, estás ensimismada y te sonríes como si en espíritu hablaras con alguien». Otra cosa le mortificaba. Cuando salían juntos a paseo, todo el mundo se fijaba en Fortunata, admirando su hermosura; luego le miraban a él.

Amén. Nuestra Señora de la mañana: , que deslíes sobre las nieblas tu suave grana; , que te enjoyas de mil rubíes; , soberana, que te sonríes como una dulce Fata Morgana, pon en mi lengua sabor de mieles y una sonrisa bajo mis labios. No me des nunca laureles sabios... Odio lo amargo: gloria, laureles.

¿Por qué me miras y te sonríes de ese modo? le preguntó Ester toda inquieta al ver la expresión de sus ojos. ¿Eres acaso como el Hombre Negro que recorre las selvas que nos rodean? ¿Me has inducido á aceptar un pacto que dará por resultado la perdición de mi alma? No la de tu alma, respondió el médico con otra sonrisa. ¡No; no la de tu alma!