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Si nos hacen prisioneros, seremos colgados; si nos entregamos, también; combatamos, pues, como bravos marineros, y quién sabe si, como dice el proverbio, apretando los talones, salvaremos los calzones. ¡Voto a tal! muchachos, El Gavilán ha echado a pique a un gran buque sardo de tres palos en las costas de Sicilia, después de dos horas de combate; ¿por qué ha de temer a esa corbeta del pabellón azul?

Nosotros la salvaremos. ¿Qué puedo hacer por usted? Veamos. ¿Hay en poder de ese hombre alguna prenda ó alguna carta, que pueda reclamarle de parte de usted? Disponga de como de un hermano. Dejó mi mano con cólera. ¡Ah, qué duro es usted! me dijo habla de salvarme y es usted quien me pierde.

¡Anita, Anita... calle usted... calle usted, que se exalta! , , hay peligro, ya lo veo, gran peligro... pero nos salvaremos, estoy seguro de ello; usted es buena, el Señor está con usted... y yo daría mi vida por sacarla de esas aprensiones.... Todo ello es enfermedad, es flato, nervios... ¿qué yo?

Todos contestaron a una voz: Las salvaremos o moriremos con ellas. Y no olvidéis decir a Divès que permanezca en el Falkenstein hasta nueva orden. Esté usted tranquilo, señor Juan Claudio. ¡Pues en marcha, doctor, en marcha! exclamó el valiente guerrillero. ¿Y usted, Hullin? dijo Catalina. Mi sitio es éste; hay que defender la posición hasta la muerte.

Mi mamá nos ha visto dijo . Sr. de Araceli. Escápese usted, sálvese usted, pues todavía es tiempo. Subamos, y diciendo la verdad nos salvaremos los dos. En el corredor Presentación cayó de rodillas ante su madre que al encuentro nos salía, y exclamó con ahogada voz: Señora madre ¡perdón!, yo no he hecho nada. ¡Qué horas son estas de venir a casa!... ¿Y D. Paco, y las otras dos niñas?...

Ahora, entre vosotros, me figuro que soy vuestro hermano y que debo ir por el mundo con la mano extendida, y como nací señor, me encuentro con más ánimo de bandolero que de mendigo, ¡Pobres miserables, almas resignadas, hijos de esclavos, los señores os salvaremos cuando nos hagamos cristianos!

No, no se lo diré, porque se moriría... felizmente, nada le pedí a Gregoria, nada, pero, aun así, ha sido humillante mi visita... ¿qué no haría yo por salvar a Quilito? ¡y si no se logra tapar la boca al portugués, no le salvaremos, no! ¿Cómo he de estar yo tranquila, si que la honra de nuestro apellido anda en juego? ¡Madre mía, aunque te halles ausente ahora, me oyes, no nos desampares!

Miss Margaret digo con inflexiones cariñosas de voz , haré lo que usted me mande. Pero reconociendo su error, se rectificó, añadiendo: Doctor Popito, salvaremos á Ra-Ra y nos iremos de este país, que va resultando poco agradable. Luego hizo preguntas á la joven para conocer las últimas noticias de la revolución, y, sobre todo, si eran muchas las fuerzas militares que habían quedado en la capital.