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¡Por mi birreta! creéis que se está cómodamente sobre un edredón de este tela, exclamó La Balue tratando de estirarse en su jaula de hierro. DE FORGES LE ROUTIER, «Hist. del tiempo de Luis XI». En medio de la plaza de San Juan, cerca de la muralla, se eleva una linda rotonda, cubierta de un techo de estaño, reluciente como la cúpula de un minarete.

En el gabinete persa, que era una rotonda aislada en cierto modo de la casa, había luz. Dió dos golpecitos a la puerta diciendo por el agujero de la cerradura: Soy yo, Ventura. ¡Abre! Gonzalo está ahí. La puerta se abrió, en efecto. Apareció Ventura más pálida que una muerta. El duque de Tornos estaba en el otro extremo, y se dirigía a una ventana para saltar por ella.

Del machon trasparente en que se encierra el viril sale en forma de rotonda, y como derramándose á modo de penacho circular, la bóveda gótica, que recae en las torrecillas que ocupan los espacios salientes de la planta de este cuerpo principal.

Estas torrecillas estan en la misma disposicion y lados que las otras que vimos arrancar de la base de la zona tercera del primer cuerpo, y se hallan entre unidas con sutiles arbotantes que rematan en figurillas. La bóveda circular que asegura el cuerpo cilíndrico del viril, y que recuerda desde luego la de la rotonda que dedicó Constantino como capilla fúnebre á su hija Sta.

Estaba en la sala del Renacimiento, pero toda su atención fué atraída por la pieza inmediata, la rotonda central del Casino, el llamado salón de Schmit, al que convergen los otros salones y que parece prolongarse por debajo de las portadas divisorias hasta el fondo del edificio. Un silencio rumoroso surgía de las aglomeraciones humanas en torno de las mesas verdes.

A un lado extendía su corriente el río Urola, pasando bajo un puente metálico: al otro se alzaba una gran casa con soportales, de aspecto lujoso, en la que estaba el hotel para los ricos que llegaban á hacer ejercicios espirituales y no podían pernoctar en el monasterio. Aresti entró en la iglesia: una rotonda de clara luz, cubierta de mármoles de vivos coloresAh, el templo risueño y bonito!

En una especie de rotonda, adornada con antiguas pinturas al fresco, ya del todo desteñida y borradas, abríase una gran puerta de roble con herraje de bronce y bellos tableros de talla. En vano intentó la condesa levantar con sus delicadas manecitas el enorme pestillo cincelado: estaba la llave echada.

La rotonda va ocupada por el hombre de las provisiones: una robusta señora que lleva un niño de pecho y un bambino de cuatro años, que salta sobre sus piernas para asomarse de continuo a la ventanilla; una vieja verde, llena de años y de lazos, que arregla entre las piernas del suculento viajero una caja de un loro, e hinca el codo para colocarse en el costado de un abogado, el cual hace un gesto, y vista la mala compañía en que va, trata de acomodarse para dormir, como si fuera ya juez.

El día de la Virgen fue con Tónica y su amiga a la primera misa en la capilla de los Desamparados. Dentro del templo sonaba la música; la multitud, oprimida en la mezquina rotonda, esparcíase por la plaza hasta la fuente, adornada con un ridículo templete que parecía de confitería.