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Si alguno de los presentes, fuera de aquel salón venerable, se atrevía a calumniar a aquel santo, no se sabía, no se quería saber, pero en casa del gran Constantino nadie osaría poner en tela de juicio la santidad del Crisóstomo vetustense. Por poco tiempo consiguieron verse solos Ana y don Fermín. Fue en el gabinete de doña Petronila.

Estaba sola el Gran Constantino; repasaba las cuentas de la Madre del Amor Hermoso, con sus ojazos de color de avellana asomados a los cristales de unas gafas de oro.

Estas torrecillas estan en la misma disposicion y lados que las otras que vimos arrancar de la base de la zona tercera del primer cuerpo, y se hallan entre unidas con sutiles arbotantes que rematan en figurillas. La bóveda circular que asegura el cuerpo cilíndrico del viril, y que recuerda desde luego la de la rotonda que dedicó Constantino como capilla fúnebre á su hija Sta.

Y Apeles y Pérsida tienen una hija casadera, llamada Trifena, la cual está enamorada y quiere casarse con un gallardo joven que sigue la religión pagana. Reina Constantino y el cristianismo está triunfante. Apeles es siempre gentil, pero Pérsida es fervorosa cristiana.

Miró el gran Constantino a la Regenta y tomándole la cabeza con ambas manos la besó con estrépito en la frente; y después dijo: ¡Pero qué hermosísima está hoy esta rosa de Jericó! ¡A la catedral, a la catedral! gritaron los del salón.

Pero, señor mío... ¡Ah!... ¡señor de usted... ya decía yo! ¿Ve usted como a la escolástica no me confunde? Todo eso y mucho más dijo el Gran Constantino queremos tratarlo con el interesado. Pues no será.... Pues será.... Señora, salvo el sexo, estoy dispuesto a arrojarles a ustedes por las escaleras si insisten en su procaz atentado....

El Gran Constantino sabía ya por su querido y admirado señor De Pas, quien la visitaba más a menudo ahora, que doña Ana deseaba ayudarla en sus santas labores y en la administración de tantas obras piadosas como ella dirigía y pagaba sabiamente. «¿Cuándo viene por acá ese ángel hermosísimopreguntaba el Obispo madre, en estilo de novena, cargado de superlativos abstractos.

Constantino, Clovis, Santa Genoveva, Carlomagno, Godofredo, Juana de Arco, reyes, héroes, Napoleon, el cardenal Gonsalvi; razas distintas, gustos diversos, diversos caractéres, civilizaciones contrarias: todo está revuelto y mezclado aquí, como se mezclan en un nicho las cenizas de varios difuntos.

Cuando ya parecían extinguidos en Sevilla los protestantes, que tanto dieron que hacer á la Inquisición y á las justicias en el siglo XVI, alzáronse en los comienzos del siguiente rumores de que los reformadores intentaban de nuevo promover inquietudes, y ante el temor de que se volviera á los días del doctor Constantino de la Fuente, de Cipriano Valera y de Egidio, los señores del Santo Oficio abrieron el ojo y comenzaron una persecución activísima contra cuantos pudieran, aun de muy lejos, resultarles sospechosos de herejía luterana.

Otros papiros dan muestra de la decadencia literaria, de la corrupción que se fué introduciendo en el idioma, del mayor número de extravagancias, supersticiones y tristezas que conturbaron los espíritus, de la poderosa reorganización del imperio por Diocleciano y Constantino, del triunfo de la religión cristiana, y de la vergüenza de la universal bancarrota del Estado y del rebajamiento en la ley de la moneda.